jueves, 2 de octubre de 2008

LA NATURALEZA DE LA DIVISION

“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales.” (1ª Corintios 12:1)

Algunos de los que dicen conocer desde hace mucho tiempo al Señor Jesucristo, no han parado de pedirle a Dios que despierte a su pueblo. Han rogado que enviase de nuevo su Espíritu Santo para que el mundo se viese enfrentado con el Evangelio. Casi podría decir que han asaltado muchas veces al Señor con sus súplicas. Leyeron libros sobre la historia de los grandes avivamientos y querían verlos ellos mismo con sus propios ojos. La verdad es que no sé si esos motivos eran absolutamente espirituales, porque lo que querían era estar presentes en el momento que Dios hiciese algo grande y poderoso; aunque creo que sus motivos eran justos. Querían –y quieren todavía- ver a los hombres y a las naciones volverse a Jesús para que crean en El.

¡DORMILONES! ¡DESPERTAD!

Y de repente todo comenzó. Aquello por lo que cientos de miles de cristianos habían orado sin cesar empezó a ocurrir. Y lo que ocurrió fue un avivamiento hecho a medida para nuestros días, para nuestra cultura, nuestros problemas. Empezó primero a finales de los años cuarenta y llegó a su cúspide durante los sesenta: ¡Dios se estaba manifestando a través de su Espíritu Santo!
La prensa secular prestó atención sobre todo al llamado Movimiento de Jesús, y, desde luego, el Movimiento de Jesús era parte del avivamiento, pero no todo ocurría entre la juventud. También los adultos empezaron a despertar. El movimiento carismático comenzó a andar; la Iglesia como institución se vio trastornada, y el mismo rostro del Cuerpo de Cristo empezó a transformarse.
La gente se volvió más atrevida, más habladora; muchas veces incluso tenían el valor de admitir que amaban a Jesucristo. Hombres maduros que cinco años antes no se hubiera ni atrevido, ahora saltaban gozosos y abrazaban a hermanos en el Señor que ni siquiera conocían.
Sin embargo, cuando Dios empezó realmente a manifestarse en su Espíritu, a muchos no les gustó la manera de cómo lo estaba haciendo. Quiero decir que muchos podían aceptar los “gloria a Dios” y las manos levantadas, pero ¿por qué iban a intervenir todos esos dones? ¿Por qué no podía transcurrir todo más, dijéramos, discretamente y menos bullicioso? Fue entonces cuando los diferentes partidos y facciones empezaron a surgir y a endurecerse y el asunto se fue por los aires como quien dice.
MIENTRAS TANTO, DE VUELTA AL AÑO 55 D.C.
La Iglesia de Corinto ya tuvo unos problemas similares a los nuestros, por allá a mediados del primer siglo, y por eso he escogido el capítulo 12 de 1ª Corintios como punto de referencia para este libro. Cuando pensamos en Corinto nos acordamos en seguida de los grandes problemas de tipo ético que existían en aquella congregación: personas que se emborrachaban durante la celebración de la Santa Cena (1ª Corintios 11), o hermanos que se querellaban unos con otros y que al final tenían que ser las autoridades civiles las que arreglasen los asuntos. Pero había otro problema que muchas veces olvidamos, quizá porque no era tan dramático ni sensacional, o también porque refleja una actitud muy parecida a la del pueblo de Dios hoy en día; y me estoy refiriendo a esa gran característica de la Iglesia hoy, es decir, su división, exactamente igual que la que había en Corinto; estamos divididos acerca de la obra que Dios hace o debería hacer.
Lean lo que Pablo dijo en su primera carta a los corintios alrededor del año 55:

“os ruego, pues, hermanos, por el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una
misma cosa y que no haya entre vosotros divisiones,
sino que estéis perfectamente unidos en una misma
mente y en un mismo parecer. Porque he sido
informado acerca de vosotros, hermanos míos, por
los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”.
Quiero decir, que cada uno de vosotros dice:
“Yo soy de Pablo”; “y yo de Apolos”; “y yo de Cefas;
“y yo de Cristo”.

Los creyentes de Corinto estaban divididos en cuatro partidos: los partidarios de Pablo, los de Apolos, los de Pedro y los de Cristo. Disfrutaban haciendo partidarios para sus grupos, grupos a cuál de ellos más sectario, pues si tres de ellos tenían como líder a un simple hombre, los otros, los que se decían seguidores de Cristo, eran los súper santones. Pero estudiemos brevemente estos cuatro grupos, porque descubriremos algo que tiene que ver con nuestra situación actual.
LOS CUATRO PARTIDOS

Las líneas de demarcación de los dos primeros grupos o partidos estaban bastante claras. Pablo fue el hombre que plantó la Iglesia en Corinto (1ª Corintios 3:6). Fue el hombre que Dios usó durante dieciocho meses para empezar la obra en aquella ciudad. Apolos, por su parte, continuó la labor de Pablo (Hechos 19:1) y Dios lo usó para regar y alimentar la Iglesia. Parece ser que Apolos fue un judío helenista y un notable predicador, con un don especial para tratar el Antiguo Testamento (Hechos 18:24). Se podría decir que era un magnífico instructor de recién convertidos.
El cómo y porque se formó un grupo alrededor de Pedro, es un asunto que no está muy claro, porque, según sabemos, Pedro nunca estuvo en aquella ciudad, aunque está claro que aquellas personas habían oído hablar de él muchas veces y sabían el servicio que prestaba para la causa del Señor, porque el mismo Pablo había hecho muchas referencias acerca de él. (1ª Corintios 1:12; 3:22; 9:5 y 15:5). También es posible que fuese considerado la cabeza visible de los demás apóstoles y venerado como “el hombre” de la iglesia.
Y en cuanto al grupo que se decía “ser de Cristo”, no eran otros que aquellos que se deban cuenta de lo estúpido que es seguir a los hombres, pero que, por otra parte, se consideraban demasiado buenos para asociarse con los demás; así que formaron el cuarto partido, unidos por su mutuo desagrado por los partidos, pero que en lugar de adoptar una declaración doctrinal adquirieron un complejo mesiánico. (¡Qué astuto es el adversario!)
Así que aquí tiene usted los cuatro partidos de Corinto, tal y como los clasificaríamos hoy en día:
º LOS TRADICIONALISTAS. (Lo principal es basarnos en los fundamentos históricos. Hay que ser inamovibles; por lo tanto, seguiremos al hermano Pablo, que fue el primero en entrar por las puertas de Corinto.)
LOS BIBLICISTAS. (El conocimiento. (El conocimiento bíblico es lo más importante. Nuestro hombre Apolos, no sólo conoce las Escrituras sino que sabe griego.)
EL MOVIMIENTO POR LA RESTAURACIÓN DE LA IGLESIA. (La Iglesia es lo que más importa. Si queremos experimentar el desarrollo de la Iglesia primitiva, tenemos que seguir a Pedro, que es el hombre sobre la que se edificó.)
CORINTO POR CRISTO, S.L. (Sociedad Limitada). (No se necesita ni el fundamento de Pablo, ni la enseñanza de Apolos, ni la autoridad de Pedro. Lo importante es andar con el Hijo del Hombre, Jesús.)
¿Sabe qué le digo? Que todos tenían algo de razón, porque ¿hay algo de malo en que un creyente quiera recibir consejo de aquel que le llevó a Cristo?, ¿es malo escuchar y aprender de un hombre que conoce muy bien las Escrituras?, ¿es erróneo obedecer la autoridad y la sabiduría de los pastores escogidos por Dios para dirigir el Cuerpo de Cristo?, o ¿quién de nosotros no quiere seguir a Cristo? La razón de los partidismos en Corinto no era el que aquellos hombres enseñasen falsas doctrinas, aunque esto sí que ocurre hoy en día; sino que una de las marcas del sectarismo es seguir a los hombres en vez de a Dios, y éste precisamente era el problema con que tuvo que enfrentarse Pablo.
En cuanto a la división de hoy sobre los dones y los ministerios del Espíritu Santo, la razón principal tampoco es una enseñanza errónea –aunque algún énfasis erróneo existe-, sino que las divisiones del Cuerpo de Cristo actualmente se deben a que la gente sigue más a los hombres que a Dios. El cisma de hoy tampoco proviene del hecho de que unos posean ciertos dones espirituales y otros no, sino que el cisma surge cuando aquellos que tienen ciertos dones siguen a hombres que tienen los mismos dones, y cuando los que no poseen ninguno, siguen a aquellos que tampoco tienen ninguno.
Aunque la división actual se parece mucho a la del año 55, los corintios tenían algo que nosotros no tenemos. Lea 1ª Corintios 3:4-10 y a ver si lo descubre:
Porque diciendo el uno: “yo, ciertamente, soy de Pablo”; y el otro: “Yo soy de Apolos”, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído, y eso según lo que cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento, y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento y otro edifica encima; pero cada uno mire como edifica.
PASTORES DESPARRAMADOS

La diferencia estriba en que en el primer siglo los líderes estaban unidos –formaban un equipo-, mientras que hoy, la mayoría de las veces, los obreros, maestros bíblicos, pastores, evangelistas, etcétera, están divididos. Y ahí estaba Pablo, victima de aquella división cuatripartita en Corinto, diciendo al pueblo que, tanto él como Pedro y Apolos, todos eran siervos y colaboradores del Señor Jesucristo (quien desafortunadamente también era ex titular, según términos humanos, del cuarto grupo), pero entre los obreros no había división alguna.
Ahora contraste aquella actitud con la de los líderes cristianos de hoy. Uno enseña: “Cuidado con asociarse con los que hablan en lenguas, que solo sirven para dividir”; el otro dirá: “Juntaos solamente con los carismáticos, pues los demás os quitarán vuestros dones.” Un tercero enseñará: “Sabemos que, aun cuando no todos tengan el don de lenguas, todos ciertamente pueden hablar en lenguas en su ejercicio privado de oración.” E incluso otro dirá: “Dos clases de lenguas es algo ridículo; además esos dones quedaron anticuados al final de la era apostólica.”
¿De qué lado se inclina usted? O ¿es que hay todavía más opciones? Desde luego, es un verdadero dilema y el asunto continúa, porque los obreros de hoy no están unidos, y los pastores, al no ver el Cuerpo de Cristo, hacen que la gente les siga a ellos en vez de seguir a Dios. Hasta que los líderes no se unan, las pobres ovejas no sabrán a dónde ir a causa de la gran cantidad y variedad de líderes diferentes a seguir.
LO PRIMERO ES LO PRIMERO

La primera carta de Pablo a los Corintios era una contestación suya a una carta anterior enviada desde la Iglesia en aquella ciudad. En aquella carta preguntaban a Pablo cosas relacionadas con la ética sexual, la carne sacrificada a los ídolos y los dones espirituales (1ª Corintios 7:1; 8:1; 12:1). Y precisamente en este último pasaje Pablo respondió que no quería que nadie estuviese ignorante acerca de los dones del Espíritu; pero antes de tratar este asunto directamente, o incluso los otros, primero se refirió al problema de la división del cuerpo. Para Pablo, la división de la Iglesia era algo mucho más serio y básico que la carne ofrecida a los ídolos, las desavenencias sobre los dones e incluso la inmoralidad sexual, ya que estos problemas eran sintomáticos de no seguir a Jesucristo.
Actualmente, podemos volver a las Escrituras y, como un cuerpo de creyentes, tratar de responder, virtualmente, todas las preguntas que se pueden hacer sobre los dones del Espíritu. Y, ciertamente, las diferencias sobre estos dones, sus usos e incluso su existencia, son muy grandes dentro del pueblo de Dios. Pues bien, mucho mayor, y de más importancia, es nuestra actitud con relación a la unidad del Cuerpo.
El problema actual sobre las manifestaciones del Espíritu no es el verdadero problema, sino un efecto del problema real, y éste consiste en que no somos uno en Cristo. Admitido que las respuestas son importantes, pero no tanto como hablar al unísono sobre Jesús y para la división y la lucha. Yo creo firmemente (porque lo he vivido) que si el pueblo de Diose juntase en amor bajo el poder del Espíritu y dejase que fuese Jesús su única cabeza, al final la verdad doctrinal también se manifestaría. Porque si resolvemos el problema de los dones y no nos amamos en Cristo, de nada nos servirá. Sin embargo, si llegamos a amarnos como hermanos y hermanas en el Señor Jesucristo, incluso el problema de los dones dejará de serlo, porque se resolverá por sí mismo.

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