jueves, 30 de octubre de 2008

SATISFACER EL HAMBRE ESPIRITUAL

No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios. (Lucas 4:4)

¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! (Salmo 119:103)

En su obra “Inquietudes de un biólogo”, Jean Rostand escribió: “Creo que el hombre está condenado a quedar con hambre”. Esa confesión de un gran sabio, quien admite sólo los “alimentos terrenales”, no nos sorprende. El mundo, ya sea en su aspecto material como en el intelectual o en el artístico, no puede saciar el hambre del ser humano.
Pero no compartimos este pesimismo. El hombre puede satisfacer su hambre. Dios responde a todas sus necesidades interiores; ofrece la paz de la conciencia –que se obtiene mediante el perdón de los pecados-, la paz del corazón –probada en el conocimiento de Cristo- y la vida eterna, y todo esto gratuitamente.
Pero esto último es lo que molesta al hombre. Su orgullo y su amor propio le impiden recibir lo que sea, sin merecerlo. Él quiere pagar y no deberle nada a Dios. ¿Cómo pagará? Con sus obras. Hará el bien, se esforzará por ser honesto, recto, generoso y religioso. Así piensa poder acercarse a Dios, vestido con su propia justicia “como príncipe” (Job 31:37). Mas Dios no lo recibirá, porque nadie es justificado por sus propias obras (Gálatas 2:16).
Si usted tiene “sed” de Dios y si le busca verdaderamente, como lo hacia David (Salmo 63:1), él se dejará hallar por usted. Usted será salvo por la gracia a través de la fe; y no necesitará merecerlo, “pues es don de Dios” (Efesios 2:8). No existe otro camino.

sábado, 25 de octubre de 2008

LOS DONES: CONOCER, CONFIAR Y CURAR

“Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.” (1ª Corintios 12:8 y 9)

En las tres entradas siguientes quisiera que estudiásemos el problema de los dones del Espíritu Santo. Anteriormente se ha hablado de ellos como de herramientas o instrumentos dados al Cuerpo de Cristo para que éste los utilice según las necesidades.
Durante mis primeros tiempos de estudio del cristianismo se me dijo muchas veces que algunos de estos dones sí eran aplicables hoy en día, mientras que los otros eran cosa del pasado, pero cuando los dones –todos- empezaron a resurgir en la iglesia, me llevó a darle una segunda y más profunda ojeada a los dones, aunque no me fue nada fácil; pero ahora es muy importante darles un repaso, ahora que se han convertido en uno de los focos de atención en la familia de Dios.
En 1ª Corintios 12:8, Pablo empieza a nombrar algunos de los varios dones del Espíritu. Aunque la lista que Pablo da no es muy extensa, sin embargo es suficiente como prototipo de los dones que deseamos considerar. Naturalmente, algunos los trataremos más que otros, pero el propósito es revelar la esencia de estos dones y cómo funcionan.

LA PALABRA DE SABIDURIA


¿No le ha pasado a usted nunca que, después de haber hablado con otro creyente, se ha maravillado del tremendo conocimiento que tenía de las cosas de Dios, conocimiento que usted no tiene? Sí, usted queda maravillado de la habilidad de estas personas para discernir la verdad espiritual de las cosas y aclararlas con facilidad. A esto las Escrituras lo llaman “palabra de sabiduría”.
Este don lo he experimentado en alguna ocasión, aunque la mayoría de las veces, cuando lo necesito, busco a otras personas que sé que lo tienen siempre. Casi siempre, esta sabiduría especial que proviene del Espíritu la experimento cuando me encuentro aconsejando a alguien y necesito de un modo especial la guía y la mente del Señor.
¿No se ha visto usted nunca en esa situación de encontrarse hablando con alguien y de repente darse cuenta de la cantidad de cosas maravillosas que salen de sus labios? En esos momentos salen de uno el consejo y la exhortación de una manera que, concientemente, uno sabe que no son cosas propias sino puestas por Dios mismo. En esos momentos se podría decir que el Señor está hablando por nuestros labios.
Jesús prometió palabras de sabiduría a los creyentes en Mateo 10:19 y 20, cuando les advirtió que no debían temer nunca las preguntas malintencionadas de los demás:

“Mas cuando os entreguen, no os preocupéis
Por cómo o qué hablaréis; porque en aquella
Hora os será dado lo que habéis de hablar, sino el
Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.”

El Espíritu de dios siempre está dispuesto a hablar por medio de los hombres y mujeres y sólo espera que éstos estén dispuestos a dejarse llevar por El.
En el libro de los Hechos encontramos varios ejemplos donde los creyentes hablaron con sabiduría que no provenía de ellos. Pedro, con Juan a su lado, dio en cierta ocasión un gran mensaje en medio de todo un concilio religioso, según vemos en Hechos 4:8-12. El relato empieza diciendo que Pedro estaba lleno del Espíritu Santo en el momento de hablar (v. 8), y mire ahora la respuesta de los hombres del concilio cuando Pedro terminó de hablar: “Entonces, viendo el denuedo de Pedro y de Juan y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban y les reconocían que habían estado con Jesús” (v. 13)
LA PALABRA DE CONOCIMIENTO

Así como la palabra de sabiduría se refiere a la aplicación de la verdad divina a circunstancias y situaciones, la palabra conocimiento se aplica a esos momentos cuando el Espíritu revela hechos y datos específicos que uno no podría saber sin su ayuda. La palabra conocimiento es similar a la expresión profética, pero se distingue de ella porque trata del presente y no del futuro.
Jesús tuvo palabras de conocimiento mientras instruía a sus discípulos en Mateo 21:2 a ir al pueblo adyacente para buscar un asno y un pollino que estaban ya preparados para que fuesen a por ellos. Jesús no sabía que los animales estuviesen allí, pero el Espíritu Santo le dio la información.
Pedro empleó el don del conocimiento en Hechos 5:1-3:

“Pero cierto hombre llamado Ananías, con Sa-
fira su mujer, vendió una heredad y sustrajo
del precio, sabiéndolo también su mujer; y tra-
yéndo sólo una parte, la puso a los pies de los
apóstoles. Y dijo Pedro: “Ananías, ¿por qué
llenó Satanás tu corazón para que mintieses
al Espíritu Santo y sustrajeses del precio de la
heredad?”

Sin la ayuda de un calculador de bolsillo o de un libro de precios de venta de inmuebles, el apóstol puso su dedo en la llaga gracias al conocimiento que le dio el Espíritu Santo.
Cierto hombre de Dios cuando vivía en Memphis, Tennessee, y estaba trabajando en el cuerpo de administración de la universidad estatal de Memphis, celebraban todos los domingos por la tarde una reunión. Casi siempre eran entre sesenta y ochenta, y allí cantaban, contaban todas las cosas que el Señor había estado haciendo en sus vidas durante la semana, oraban, estudiaban la Palabra de Dios, intercedían por los enfermos y hacían otras cosas más relacionadas con sus vidas espirituales.
Una tarde, precisamente cuando acababan de empezar a cantar, entró en la sala una muchacha que hacía poco se había convertido, y con ella entró también el presidente de una de las fraternidades de la universidad. Dicho ministro se sorprendió mucho al verle. El canto y la comunión entre los asistentes eran estupendos aquella tarde. Cuando la reunión concluyó, fue al encuentro de Don, que era como se llamaba aquel hombre, y le agradeció su venida. “Nunca había oído cantar en mi vida como lo habéis hecho esta tarde”, le dijo mientras miraba a los muchachos que todavía quedaban allí. Y ni siquiera había alguien que dirigiese los cantos; desde luego, tenían ganas de cantar y lo hacían bien. Entonces, de repente, el tono de su voz se puso más grave. ¿Podríamos hablar un momento?, le preguntó.

Caminaron hacia la cocina y se sentaron junto a la gran mesa del comedor. No recuerda exactamente cómo empezó la conversación, pero sí recuerda que Don quería conocer y aceptar a Jesucristo. Le contó cómo había asistido a muchas conferencias cristianas y cómo había oído muchas veces hablar de Cristo, pero nunca había dado su vida al Señor.
En medio del diálogo empezó a decirle cosas relacionadas con su pasado, de sus problemas y de algunos de sus pecados; sacó a relucir cosas que sólo Don y el Señor sabían.
¿Quién te ha contado todo esto?, le preguntó.
Nadie –le respondió-; sólo puedo decirte que Dios me está dando esta información ahora mismo.
De repente respondió: ¡Vamos a orar! Y en ese momento entregó su vida a Cristo.
En aquellos momentos este siervo de Dios no sabía que estaba experimentando el don espiritual del conocimiento. No fue hasta unos días más tarde que no se dio cuenta de lo que había pasado. Don había oído el Evangelio una vez tras otra desde que había sido pequeño y automáticamente había rechazado todo lo que oliese a Jesucristo, pero necesitaba algo sobrenatural para convencerle de la verdad y Dios suplió esta necesidad a través de la palabra de conocimiento.
Como usted puede ver, cuando un don espiritual se pone de manifiesto, no pasa nada raro o extraño, porque Dios ni es raro ni extraño. En efecto, si alguna vez pasa algo raro, es porque el asunto tiene trampa, pero lo que Dios hace, es sólido y real. Desde luego que sobrenatural, pero no misterioso o tétrico.
Mientras el Señor estaba hablando su palabra de conocimiento por medio de su siervo, su voz era normal y sus ojos no se pusieron blanco, e incluso, como ya ha dicho, él no sabía que estaba pasando algo extraordinario.
Contamos esto porque hay mucha gente que está muy equivocada acerca de los dones espirituales y no hay necesidad de estarlo. Cuando Dios tiene el propósito de hacer un milagro y uno está caminando en el Espíritu, ese milagro es algo absolutamente normal, y la única cosa que sabe uno es que el Señor lo ordenó.
Es posible que Satanás haya realizado delante de usted un contra-don espiritual que es lo que hace que sea usted reacio a los dones, o quizás alguien ha ejercitado su don en la carne y por esta razón está usted escarmentado; o quizás algún hermano que tiene prejuicios contra los dones le ha advertido que rehúse todo lo que tenga que ver con los dones espirituales, de manera que toda su educación está en contra de ellos.
No quiero que corra detrás de todo lo que parezca un don espiritual, no, sino que lo que trato de decirle es que, mientras viva la vida del Espíritu Santo dentro de usted y camine en la verdad de su Palabra, puede esperar que, dentro de condiciones normales, el Espíritu opere sus dones en el momento que se necesiten. No les tenga miedo. Ciertamente, Dios no le asustará, porque El quiere continuar edificando y recuperando el Cuerpo de Cristo y uno de los caminos que ha escogido para llevarlo a cabo es a través del uso de esas herramientas que son los dones del Espíritu.
EL DON DE LA FE

Como ya hemos visto, el medio empleado por Dios para que todos vivamos en Cristo es caminar por fe. Pero además de la fe que se necesita para caminar diariamente con dios, hay un don especial de la fe. Este don se da para enfrentarse ante condiciones duras y que van más allá de lo que consideramos situaciones normales.
Pero entonces surgirá la pregunta: “¿Cuándo sé que necesito el don de la fe o debo vivir con la fe normal?” No se sabe nunca, pues lo único que Dios espera es nuestra confianza en El, y el, por su parte, nos provee de todo lo que necesitamos, incluyendo el don de la fe especial.
Una de las mejores experiencias que cierto siervo de Dios tuvo con esto de recibir una cantidad extra de fe fue cuando Dios quiso que su familia y él compraran su primera casa en Evanston, Illinois. Sobre aquel asunto podríamos escribir todo un libro, y es posible que algún día se pueda hacer, pero lo que a este hombre le resultó completamente fantástico fue un incidente aislado.
Acababan de salir del Banco donde tenía unos cuantos dólares ahorrados, e iba conduciendo hasta el Banco donde tenían que dar la entrada para la nueva casa. Marilyn –su mujer- y él iban solos en el coche, y bastante tristes porque sabían que iban a dar todo lo que tenían ahorrado y además se encontraba sin empleo; pero, sin embargo, sabían que Dios les estaba dirigiendo para llevar a cabo aquel asunto. A mitad de camino de un Banco al otro oró de repente en voz alta diciendo: “Señor, haz que de algún modo podamos conseguir 100 dólares hoy”; cuando me salieron estas palabras de la boca sabía que el Señor las había puesto en su corazón, y ello equivalía a una respuesta segura por su parte.
Pasaron por todo el tinglado legal de la compra de la casa, firmaron todos los papeles, dieron los cheques necesarios, se despidieron del banquero, de los abogados y del antiguo propietario de la casa y de su mujer y comenzaron a andar hacia el aparcamiento. Estaban excitados de contento por tener una casa de propiedad aun sabiendo que no tenían ni blanca. Entraron al coche, cerró las puertas y abrió la llave de contacto para salir de allí.
Pero en el momento que metió su mano en el bolsillo buscando la tarjeta para salir del garaje se dio cuenta de que el antiguo propietario de lo que ya era su casa venía corriendo hacia ellos con un sobre en la mano, frenó y bajó la ventanilla.
“Siento mucho no haber podido limpiar bien las habitaciones superiores de la casa, y como hay mucho trabajo por hacer, aquí le traigo esto para poder pagar a alguien que lo haga”, dijo.
“Gracias, Bob”, le dijo este hombre, abriendo al mismo tiempo el sobre, donde no pensaba que hubiese más de diez o quince dólares; así que casi gritó de alegría al ver un cheque por valor de cien dólares.
“No lo entiendo”, le dije, pensando en lo mucho que habían regateado para bajar el precio de la finca.
“No hay nada más que hablar; mi mujer y yo lo hemos discutido y queremos que acepten este dinero”, dijo firmemente.
“No te lo creerás, Bob, pero has respondido mi oración”; le dijo y le contó cómo habían orado, y se lo agradecieron profundamente.
Y fue así, milagro tras milagro, incluso en estos asuntos desagradables de dinero, que pudieron ver que Dios quería que tuvieran aquella casa, y el Señor les mostró su voluntad por medio de un don, el don de la fe.
A veces se oye decir que los dones espirituales sólo se experimentan dentro del Cuerpo de Cristo congregado. Ciertamente, los dones espirituales no ocurren aparte del Cuerpo de Cristo, pero ese Cuerpo funciona tanto si está congregado como si no lo está, porque cuando los miembros individuales del Cuerpo andan en el Espíritu, el Cuerpo funciona, y cuando un miembro experimenta un don del Espíritu, ese don se le es dado para el bien común de todo el Cuerpo. Cuando se camina por fe en el poder del Espíritu Santo, se pueden esperar cosas sobrenaturales en cada instante y no solamente cuando los hermanos y hermanas se congregan para adorar al Señor.
LOS DONES DE SANIDAD

Uno de los dones del Espíritu más sensacionales es el de sanidad. En efecto, junto al de lenguas, es el don que más ha dado que hablar y que pensar.
El primer encuentro de cierto siervo de Dios con una curación por fe fue un episodio horripilante. Hacía un año que era cristiano y se encontraba viajando con su esposa, de Minneapolis a Dallas y en aquellos momentos atravesaban Kansas City. A la izquierda de la carretera vieron una tremenda tienda de campaña y un gran cartel anunciando: “Un avivamiento de milagros”.
El le dijo a su esposa: “Seguro que es uno de esos típicos avivamientos propios de estos estados sureños. Vamos a tomar algo y entraremos a ver qué nos dicen”. Así que fueron a un motel, dejaron el equipaje, comieron y a las siete y media estaban a la puerta del pabellón.
En el mismo instante que éste hombre cruzó la puerta se dio cuenta de que allí había algo que no le gustaba. En muchas reuniones a las que había asistido a podido percibir un espíritu dulce y fragante, pero en aquella ocasión no era ésa precisamente la atmósfera que pudo percibir; lo primero que vieron fueron dos mujeres postradas en el suelo y revolcándose en el polvo.
Enfrente de ellas había un altavoz del que salía una extraña música religiosa. A un lado había un tipo con un par de muletas en la mano –tomadas a propósito de alguien que había sido “curado”-, mientras que el resto de su cuerpo bailaba al compás de la música. La gente aullaba: “Jesús, Jesús” y unos tremendos “Aleluuuuuuuyas”, sin embargo el Espíritu de Dios le decía que aquello no era de Él.
“Vámonos de prisa, Marilyn”, le dijo a su esposa; pero en el momento en que llegaban a la puerta de salida, una mujer le tomó del brazo y le dijo: “¿Quieren que paseemos juntos en su coche?” (Entendió que quería convencerlos de los milagros ocurridos), y mientras le hablaba sus ojos tenían una mirada extraña, como de muerta.
El Señor le dijo que no le hiciese caso, y cortésmente le dijo que lo sentía, y echaron a correr hacia el coche.
Varios años después, mientras éste hombre de Dios leía un periódico, vio una noticia sobre un hombre, que se había dedicado a dirigir avivamientos de esta clase, que había muerto alcoholizado. Aquel hombre, que en algunos círculos era todo un personaje, tenía también su propio aparato burocrático, que en el día de su muerte transmitió por radio el siguiente mensaje: “Lo importante no era su vida, sino el mensaje que predicaba”. No pudo creer lo que escuchaban sus oídos, porque si el mensaje no pudo producir un mejor resultado era porque no valía nada en absoluto. Todo aquello era una verdadera porquería.
Aquel incidente tuvo un resultado bastante funesto para él, porque durante muchos años no pudo creer que Dios también podía curar hoy en día como en tiempos pasados. Tan grande era su prejuicio que, incluso una tarde, cuando unos amigos les dijeron que su hija había tenido más de cuarenta de fiebre y que había sido sanada porque habían orado al Señor tal y como la Biblia dice que hay que hacerlo en esos casos, les dijo que no le contasen tonterías.
Pero ¿sabe usted quién le hizo cambiar de parecer? Dios, pues le hizo ver que muchos de los que andaban en el Espíritu habían sido sanados físicamente.
El que no cree en las curaciones podrá decir: “Bueno, usted edifica su teología en su propia experiencia y no en lo que dice la Biblia”. Correcto; pero lo que se hace fue precisamente eso, abrir la Biblia y estudiar todos los versículos que se refieren a las curaciones, y lo único que añadió el Señor fue el que éste hombre pasase también por un milagro esta clase, y por eso, cuando veía a personas normales, pero llenas del Espíritu, tener experiencias de este tipo, lo único que podía decir es que su teología había estado equivocada hasta aquellos momentos.
En otra ocasión se encontraba en el vestuario de un gimnasio de Memphis preparándose para jugar un partido de balón mano, cuando entró un amigo y le dijo: “Tengo que decirte algo muy importante. El viernes pasado, por la tarde, un grupo de amigos se juntaron en una velada social en casa de uno de ellos. Esto fue después de un culto evangelístico, y eran unos cincuenta. Una muchacha entró al cabo de un rato con un gran vendaje en un ojo y en seguida le preguntaron que le había pasado. Les dijo que trabajaba con un dentista y que mientras trabajaba con un “puente” le saltó una partícula en el ojo. La llevaron enseguida al doctor, quien le dijo que se había quedado ciega y que fuese con cuidado con el otro ojo porque también lo podía perder. Entonces le preguntó cuál era la causa de aquel accidente, a lo que le respondió que quizás era la voluntad de Dios que le pasara aquello para ser más humilde. Pero la respuesta no le convenció, por eso le dijo que si la solución para ser humildes era quedarse ciego, lo mejor sería empezar a orar para perder la vista inmediatamente, y que él pensaba que aquello le había ocurrido para manifestarse la gloria de dios, y al fin ella también se mostró de acuerdo. Entonces preguntó cuántos de los presentes creían que si le imponían las manos a aquella hermana y orasen por ella podría sanar. Cinco mujeres se levantaron y, junto con él, hicieron que se sentara y le impusieron las manos, orando en el nombre de Jesús para que recobrase la vista. Cuando terminaron de orar se quitó el vendaje y le dieron un diccionario para que lo leyese y… lo leyó”.
En aquellos momentos éste hombre estaba excitado y no sabía que hacer, después de haber escuchado la narración de su amigo, porque aquello era maravilloso. Aquel hermano no se había juntado a ningún show de curaciones, sino que pertenecía a un grupo de barriada de buenos cristianos muy conservadores.
Por último le dijo que aquella muchacha fue al médico al día siguiente y dejó al doctor completamente aturdido, pues no podía creer lo que le había pasado a su paciente. El accidente le pasó en viernes, el sábado fue a visitar al doctor y el lunes estaba jugando a balonmano con él. Pues bien, mientras jugaban, una de las veces su amigo –el mismo que le había contado aquella historia- resbaló y para no caerse quiso apoyarse en la pared, con tan mala pata que se apoyó con un dedo, causándole un terrible dolor. Es decir, tres días después de que aquel hombre había creído en el poder de curar, él mismo sufría un accidente, ya que en un momento el dedo se le puso al doble de su tamaño.
Este hermano, entonces le dijo que, aunque le pareciere raro, no tenía ninguna intensión de orar para que se le curase el dedo. “Yo tampoco”, le contestó. Así que se puso una venda y continuaron jugando. Aquella lección fue espectacular para él, porque el asunto de las curaciones no son las curaciones por ellas mismas, sino que lo que importa es andar en el Espíritu. A la carne le gusta tentar a Dios de muy distintas maneras, pero el Espíritu es creador. Cuando una curación milagrosa ocurre, la carne siente la tentación de crear enseguida un movimiento internacional para promover las curaciones, pero el Espíritu dice: “No, no es lo que interesa. Mi trabajo no es curar. Tú anda conmigo, no vivas de milagros, vive conmigo, porque en cada ocasión lo hago de una manera diferente, porque soy un Dios de diversidad”.
Hermanos y hermanas: se nos dice que andemos en el Espíritu (Gálatas 5:16), no que volemos, o corramos, o que cojeemos, o que buceemos en el Espíritu, sino que andemos en el Espíritu, y para andar se necesita mucha fe que para lo otro, porque con las otras cosas nosotros ponemos la velocidad, pero la velocidad de Dios es el caminar.

domingo, 19 de octubre de 2008

EL VIOLIN DE SARASATE

Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicarán. (Isaías 43:21)

Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. (Salmo 150:1-2)

El gran violinista Sarasate poseía un violín cuya historia merece ser contada.
Colgado del techo de una herrería, cubierto por una espesa capa de hollín y polvo, un violín fue descubierto por un viajero que había tenido que detenerse allí para hacer herrar su caballo. El extraño preguntó al artesano cómo había llegado allí ese violín.
-OH, hace mucho que está allí –contestó el herrero-; me fue dejado en pago de mi trabajo por un cliente de paso, a quien nunca volví a ver. Si usted quiere llevárselo, a mí no me sirve para nada.
El viajero tomó el instrumento y se lo llevó a casa. Después de haberlo limpiado de su capa de hollín y polvo, se dio cuenta de que se trataba de un violín de gran calidad.
Más tarde, Sarasate lo compró y lo tuvo como su violín preferido ¿Quién hubiese pensado que algún día, el instrumento colgado del techo de una herrería y negro de hollín haría vibrar de emoción a multitudes en las más grandes ciudades del mundo?
¡Igualmente Cristo es el virtuoso capaz de limpiar enteramente a un alma de sus manchas y hacer brotar de ella maravillosas alabanzas para la gloria de su Nombre!
El amor, la vida y la muerte de Jesús les valieron a los creyentes esa inefable suerte. Es de desear que nunca olviden que fueron rescatados y puestos aparte para honrar a su Salvador y Señor. Esto da un profundo sentido a sus vidas.

jueves, 16 de octubre de 2008

PROBLEMAS ACTUALES

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. (Romanos 1:18)

Pienso en la contaminación moral y espiritual que sumergen al mundo actual: relajamiento de las costumbres, ocultismo, egoísmo y violencia. Todos esos caracteres se mencionan en una extraordinaria carta escrita por Pablo a los romanos hacia el año 58. El apóstol, inspirado por Dios, pone al desnudo la causa de ese estado de cosas y da su remedio.
¿La causa? Se halla en el hecho de que lo hombres rechazan a Dios. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias… Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:21-22). Dios no nos creó como robots. Si no queremos hacer su voluntad, nos deja hacer la nuestra. Entregó al hombre rebelde a la impureza, a las pasiones infames, a la inmoralidad (v.24, 26 y 28). ¿Es esto desagradable de oír? Sin embargo, tal es el retrato de la humanidad; así lo pintan todos los días los diarios, las revistas, los filmes y la televisión; y, por desdicha, el cuadro es terriblemente parecido a la realidad original.¿El remedio? ¡No hay otro que el Evangelio de Jesucristo! Sólo él es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (v.16). Muchos jóvenes descubren que la droga, la libertad sexual, los nuevos estilos de vida y la violencia no hacen más que aumentar sus frustración y su desesperanza, pero que el Señor Jesucristo los libera de la esclavitud del pecado y finalmente da un sentido a sus vidas.

domingo, 12 de octubre de 2008

DETENCION DE REBELDES

Si… no fuereis rebeldes a la palabra del Señor… haréis bien. (1ª Samuel 12:14)
Oíd, y vivirá vuestra alma. (Isaías 55:3)

En el siglo XVIII, durante las persecuciones contra los protestantes de Escocia, el predicador John Welsh se extravió en las montañas cuando iba a una reunión de creyentes fijada para el día siguiente.
Caía la noche; divisó una casa en la lejanía y se dirigió a ella para pedir asilo, sin importarle si se trataba de la casa de un amigo o de la de un adversario. Pronto se dio cuenta, por la conversación de su huésped, que éste era un enemigo declarado de los protestantes y que su ardiente deseo era hacer comparecer ante los tribunales a cierto John Welsh, cuyo celo todo ponderaban. El pastor no se inmutó y se contentó con decir:
-Estoy en camino para detener a rebeldes. Sé donde hallar a John Welsh. Si usted me quiere acompañar, se lo entregaré mañana.
A la mañana siguiente los dos hombres salieron juntos. Es de adivinar la sorpresa del huésped cuando se halló en medio de personas reunidas para rendir culto al Señor. Y su asombro aumentó todavía más cuando vio que a aquel a quien había alojado la víspera tomaba lugar entre la concurrencia y luego predicaba con el poder dado por Dios mismo. Después de la predicación el hombre se acercó a Welsh y le dijo:-Anoche usted me dijo que iba a detener rebeldes. Soy uno de ellos. Me he rebelado contra Dios, pero su gracia fue la más fuerte y se apoderó de mí.

viernes, 10 de octubre de 2008

LA IMPORTANCIA DE LA RESURRECCION DE CRISTO

Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. (1ª Corintios 15:17-19)

En la cruz el Señor Jesús confesó a Dios los pecados de los que le recibieron y le recibirán, como si los hubiese cometido él mismo; los expió mediante su sacrificio. En lugar de ellos él soportó el desamparo de Dios durante las terribles horas de la cruz. Pero luego pudo decir: “Consumado es”.
Después de la obra de la redención ¿podía Cristo permanecer en la tumba? La justicia de Dios que había hecho caer sobre él exigía que saliera de la muerte, ya que la obra había sido acabada. El juicio divino había tenido su pleno efecto, la justicia divina había sido plenamente satisfecha. Por eso Dios le resucitó de los muertos (Efesios 1:20). Si el Señor Jesús no hubiese resucitado, esto dejaría suponer que su obra fue imperfecta; entonces no habría salvación alguna para nosotros. La resurrección se halla en el centro del Evangelio y todo ataque contra esta verdad destruye el mismo fundamento sobre el cual descansa la fe.
En lo que concierne a todos los hombres, Dios concluye: “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, pero agrega en la misma frase: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús…” (Romanos 3:23-24). Y un poco más adelante: Jesús, Señor vuestro… fue entregado por vuestras trasgresiones, y resucitado para vuestra justificación” (cap. 4:25).

lunes, 6 de octubre de 2008

BENEFICIOS DE LA LLUVIA

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques (o lo cubre de bendiciones). Irán de poder en poder. Salmo 84:5-7

En el norte de Chile, entre los Andes y el océano Pacífico, existe una llanura costera, el desierto de Atacama, en la que no llueve nunca. Un viajero la describe así: “Día tras día el sol sale resplandeciente encima de las grandes montañas del este; cada mediodía brilla con todo su esplendor encima de nuestras cabezas; de tarde tenemos la suerte de presenciar una pintoresca puesta de sol. Aun cuando a menudo rugen tempestades en lo alto de los montes y divisamos densas nieblas sobre el mar, el sol sigue brillando sobre la faja de tierra en apariencia favorecida y protegida. Uno podría suponer que se trata de un paraíso terrenal; pero no es así. ¡Más bien es un desierto estéril y casi inhabitado! No hay ninguna corriente de agua ni nada que crezca en él”. Ese viajero, un creyente, formula luego la siguiente semejanza: “Demasiado a menudo deseamos una vida de gozo y sol total. Anhelamos vernos librados de abrumadoras responsabilidades. Pero, como esa parte soleada pero estéril de Chile, la vida sin sus cargas y sus pruebas no sería creadora, ni productiva, ni estimulante. Necesitamos el sol, pero también la lluvia”.
A veces las nubes del sufrimiento pueden escondernos el sol y amenazan con hundirnos. Pero el creyente que confía en Dios reconoce que, según los sabios planes de Dios y bajo su soberana dirección, de hecho traen aguaceros de bendiciones.

jueves, 2 de octubre de 2008

EL PRIMER DOMINGO

No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 1:17-18)

Se ha corrido el velo sobre la escena de la crucifixión. Manos piadosas han puesto el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo: una pequeña gruta en la peña. Se hace rodar una pesada piedra para cerrar la entrada del sepulcro. El día del reposo transcurre sobre esta triste escena.
En la madrugada del domingo, algunas mujeres van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús con especias aromáticas. El sol sale cuando llegan allí. Pero, ¿qué pasó? El sepulcro está abierto y el cuerpo no está allí en él… Maravillosa sorpresa: ¡Jesús ha resucitado! Los testimonios se van a suceder a todo lo largo del día. Primeramente los ángeles anuncian la nueva a las mujeres. Luego Jesús mismo aparece a María Magdalena. También se manifiesta a dos discípulos en el camino a Emaus; después a Pedro en un encuentro que permaneció secreto. Finalmente se presenta en medio de los suyos que están reunidos en un lugar seguro y les dice: “Paz a vosotros”. Entonces les muestra las manos y el costado que llevan las marcas de las heridas de la cruz (Juan 20:20)
Escépticos y vacilantes, los discípulos no se dejan convencer fácilmente. Sin embargo, es él; el Maestro, a quien han llorado, verdaderamente está presente. Él les había anunciado su resurrección, pero el corazón de ellos había quedado insensible.
Jesús ha resucitado; ¿lo creemos verdaderamente? ¿Transforma esto nuestra vida?

LA NATURALEZA DE LA DIVISION

“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales.” (1ª Corintios 12:1)

Algunos de los que dicen conocer desde hace mucho tiempo al Señor Jesucristo, no han parado de pedirle a Dios que despierte a su pueblo. Han rogado que enviase de nuevo su Espíritu Santo para que el mundo se viese enfrentado con el Evangelio. Casi podría decir que han asaltado muchas veces al Señor con sus súplicas. Leyeron libros sobre la historia de los grandes avivamientos y querían verlos ellos mismo con sus propios ojos. La verdad es que no sé si esos motivos eran absolutamente espirituales, porque lo que querían era estar presentes en el momento que Dios hiciese algo grande y poderoso; aunque creo que sus motivos eran justos. Querían –y quieren todavía- ver a los hombres y a las naciones volverse a Jesús para que crean en El.

¡DORMILONES! ¡DESPERTAD!

Y de repente todo comenzó. Aquello por lo que cientos de miles de cristianos habían orado sin cesar empezó a ocurrir. Y lo que ocurrió fue un avivamiento hecho a medida para nuestros días, para nuestra cultura, nuestros problemas. Empezó primero a finales de los años cuarenta y llegó a su cúspide durante los sesenta: ¡Dios se estaba manifestando a través de su Espíritu Santo!
La prensa secular prestó atención sobre todo al llamado Movimiento de Jesús, y, desde luego, el Movimiento de Jesús era parte del avivamiento, pero no todo ocurría entre la juventud. También los adultos empezaron a despertar. El movimiento carismático comenzó a andar; la Iglesia como institución se vio trastornada, y el mismo rostro del Cuerpo de Cristo empezó a transformarse.
La gente se volvió más atrevida, más habladora; muchas veces incluso tenían el valor de admitir que amaban a Jesucristo. Hombres maduros que cinco años antes no se hubiera ni atrevido, ahora saltaban gozosos y abrazaban a hermanos en el Señor que ni siquiera conocían.
Sin embargo, cuando Dios empezó realmente a manifestarse en su Espíritu, a muchos no les gustó la manera de cómo lo estaba haciendo. Quiero decir que muchos podían aceptar los “gloria a Dios” y las manos levantadas, pero ¿por qué iban a intervenir todos esos dones? ¿Por qué no podía transcurrir todo más, dijéramos, discretamente y menos bullicioso? Fue entonces cuando los diferentes partidos y facciones empezaron a surgir y a endurecerse y el asunto se fue por los aires como quien dice.
MIENTRAS TANTO, DE VUELTA AL AÑO 55 D.C.
La Iglesia de Corinto ya tuvo unos problemas similares a los nuestros, por allá a mediados del primer siglo, y por eso he escogido el capítulo 12 de 1ª Corintios como punto de referencia para este libro. Cuando pensamos en Corinto nos acordamos en seguida de los grandes problemas de tipo ético que existían en aquella congregación: personas que se emborrachaban durante la celebración de la Santa Cena (1ª Corintios 11), o hermanos que se querellaban unos con otros y que al final tenían que ser las autoridades civiles las que arreglasen los asuntos. Pero había otro problema que muchas veces olvidamos, quizá porque no era tan dramático ni sensacional, o también porque refleja una actitud muy parecida a la del pueblo de Dios hoy en día; y me estoy refiriendo a esa gran característica de la Iglesia hoy, es decir, su división, exactamente igual que la que había en Corinto; estamos divididos acerca de la obra que Dios hace o debería hacer.
Lean lo que Pablo dijo en su primera carta a los corintios alrededor del año 55:

“os ruego, pues, hermanos, por el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una
misma cosa y que no haya entre vosotros divisiones,
sino que estéis perfectamente unidos en una misma
mente y en un mismo parecer. Porque he sido
informado acerca de vosotros, hermanos míos, por
los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”.
Quiero decir, que cada uno de vosotros dice:
“Yo soy de Pablo”; “y yo de Apolos”; “y yo de Cefas;
“y yo de Cristo”.

Los creyentes de Corinto estaban divididos en cuatro partidos: los partidarios de Pablo, los de Apolos, los de Pedro y los de Cristo. Disfrutaban haciendo partidarios para sus grupos, grupos a cuál de ellos más sectario, pues si tres de ellos tenían como líder a un simple hombre, los otros, los que se decían seguidores de Cristo, eran los súper santones. Pero estudiemos brevemente estos cuatro grupos, porque descubriremos algo que tiene que ver con nuestra situación actual.
LOS CUATRO PARTIDOS

Las líneas de demarcación de los dos primeros grupos o partidos estaban bastante claras. Pablo fue el hombre que plantó la Iglesia en Corinto (1ª Corintios 3:6). Fue el hombre que Dios usó durante dieciocho meses para empezar la obra en aquella ciudad. Apolos, por su parte, continuó la labor de Pablo (Hechos 19:1) y Dios lo usó para regar y alimentar la Iglesia. Parece ser que Apolos fue un judío helenista y un notable predicador, con un don especial para tratar el Antiguo Testamento (Hechos 18:24). Se podría decir que era un magnífico instructor de recién convertidos.
El cómo y porque se formó un grupo alrededor de Pedro, es un asunto que no está muy claro, porque, según sabemos, Pedro nunca estuvo en aquella ciudad, aunque está claro que aquellas personas habían oído hablar de él muchas veces y sabían el servicio que prestaba para la causa del Señor, porque el mismo Pablo había hecho muchas referencias acerca de él. (1ª Corintios 1:12; 3:22; 9:5 y 15:5). También es posible que fuese considerado la cabeza visible de los demás apóstoles y venerado como “el hombre” de la iglesia.
Y en cuanto al grupo que se decía “ser de Cristo”, no eran otros que aquellos que se deban cuenta de lo estúpido que es seguir a los hombres, pero que, por otra parte, se consideraban demasiado buenos para asociarse con los demás; así que formaron el cuarto partido, unidos por su mutuo desagrado por los partidos, pero que en lugar de adoptar una declaración doctrinal adquirieron un complejo mesiánico. (¡Qué astuto es el adversario!)
Así que aquí tiene usted los cuatro partidos de Corinto, tal y como los clasificaríamos hoy en día:
º LOS TRADICIONALISTAS. (Lo principal es basarnos en los fundamentos históricos. Hay que ser inamovibles; por lo tanto, seguiremos al hermano Pablo, que fue el primero en entrar por las puertas de Corinto.)
LOS BIBLICISTAS. (El conocimiento. (El conocimiento bíblico es lo más importante. Nuestro hombre Apolos, no sólo conoce las Escrituras sino que sabe griego.)
EL MOVIMIENTO POR LA RESTAURACIÓN DE LA IGLESIA. (La Iglesia es lo que más importa. Si queremos experimentar el desarrollo de la Iglesia primitiva, tenemos que seguir a Pedro, que es el hombre sobre la que se edificó.)
CORINTO POR CRISTO, S.L. (Sociedad Limitada). (No se necesita ni el fundamento de Pablo, ni la enseñanza de Apolos, ni la autoridad de Pedro. Lo importante es andar con el Hijo del Hombre, Jesús.)
¿Sabe qué le digo? Que todos tenían algo de razón, porque ¿hay algo de malo en que un creyente quiera recibir consejo de aquel que le llevó a Cristo?, ¿es malo escuchar y aprender de un hombre que conoce muy bien las Escrituras?, ¿es erróneo obedecer la autoridad y la sabiduría de los pastores escogidos por Dios para dirigir el Cuerpo de Cristo?, o ¿quién de nosotros no quiere seguir a Cristo? La razón de los partidismos en Corinto no era el que aquellos hombres enseñasen falsas doctrinas, aunque esto sí que ocurre hoy en día; sino que una de las marcas del sectarismo es seguir a los hombres en vez de a Dios, y éste precisamente era el problema con que tuvo que enfrentarse Pablo.
En cuanto a la división de hoy sobre los dones y los ministerios del Espíritu Santo, la razón principal tampoco es una enseñanza errónea –aunque algún énfasis erróneo existe-, sino que las divisiones del Cuerpo de Cristo actualmente se deben a que la gente sigue más a los hombres que a Dios. El cisma de hoy tampoco proviene del hecho de que unos posean ciertos dones espirituales y otros no, sino que el cisma surge cuando aquellos que tienen ciertos dones siguen a hombres que tienen los mismos dones, y cuando los que no poseen ninguno, siguen a aquellos que tampoco tienen ninguno.
Aunque la división actual se parece mucho a la del año 55, los corintios tenían algo que nosotros no tenemos. Lea 1ª Corintios 3:4-10 y a ver si lo descubre:
Porque diciendo el uno: “yo, ciertamente, soy de Pablo”; y el otro: “Yo soy de Apolos”, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído, y eso según lo que cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento, y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento y otro edifica encima; pero cada uno mire como edifica.
PASTORES DESPARRAMADOS

La diferencia estriba en que en el primer siglo los líderes estaban unidos –formaban un equipo-, mientras que hoy, la mayoría de las veces, los obreros, maestros bíblicos, pastores, evangelistas, etcétera, están divididos. Y ahí estaba Pablo, victima de aquella división cuatripartita en Corinto, diciendo al pueblo que, tanto él como Pedro y Apolos, todos eran siervos y colaboradores del Señor Jesucristo (quien desafortunadamente también era ex titular, según términos humanos, del cuarto grupo), pero entre los obreros no había división alguna.
Ahora contraste aquella actitud con la de los líderes cristianos de hoy. Uno enseña: “Cuidado con asociarse con los que hablan en lenguas, que solo sirven para dividir”; el otro dirá: “Juntaos solamente con los carismáticos, pues los demás os quitarán vuestros dones.” Un tercero enseñará: “Sabemos que, aun cuando no todos tengan el don de lenguas, todos ciertamente pueden hablar en lenguas en su ejercicio privado de oración.” E incluso otro dirá: “Dos clases de lenguas es algo ridículo; además esos dones quedaron anticuados al final de la era apostólica.”
¿De qué lado se inclina usted? O ¿es que hay todavía más opciones? Desde luego, es un verdadero dilema y el asunto continúa, porque los obreros de hoy no están unidos, y los pastores, al no ver el Cuerpo de Cristo, hacen que la gente les siga a ellos en vez de seguir a Dios. Hasta que los líderes no se unan, las pobres ovejas no sabrán a dónde ir a causa de la gran cantidad y variedad de líderes diferentes a seguir.
LO PRIMERO ES LO PRIMERO

La primera carta de Pablo a los Corintios era una contestación suya a una carta anterior enviada desde la Iglesia en aquella ciudad. En aquella carta preguntaban a Pablo cosas relacionadas con la ética sexual, la carne sacrificada a los ídolos y los dones espirituales (1ª Corintios 7:1; 8:1; 12:1). Y precisamente en este último pasaje Pablo respondió que no quería que nadie estuviese ignorante acerca de los dones del Espíritu; pero antes de tratar este asunto directamente, o incluso los otros, primero se refirió al problema de la división del cuerpo. Para Pablo, la división de la Iglesia era algo mucho más serio y básico que la carne ofrecida a los ídolos, las desavenencias sobre los dones e incluso la inmoralidad sexual, ya que estos problemas eran sintomáticos de no seguir a Jesucristo.
Actualmente, podemos volver a las Escrituras y, como un cuerpo de creyentes, tratar de responder, virtualmente, todas las preguntas que se pueden hacer sobre los dones del Espíritu. Y, ciertamente, las diferencias sobre estos dones, sus usos e incluso su existencia, son muy grandes dentro del pueblo de Dios. Pues bien, mucho mayor, y de más importancia, es nuestra actitud con relación a la unidad del Cuerpo.
El problema actual sobre las manifestaciones del Espíritu no es el verdadero problema, sino un efecto del problema real, y éste consiste en que no somos uno en Cristo. Admitido que las respuestas son importantes, pero no tanto como hablar al unísono sobre Jesús y para la división y la lucha. Yo creo firmemente (porque lo he vivido) que si el pueblo de Diose juntase en amor bajo el poder del Espíritu y dejase que fuese Jesús su única cabeza, al final la verdad doctrinal también se manifestaría. Porque si resolvemos el problema de los dones y no nos amamos en Cristo, de nada nos servirá. Sin embargo, si llegamos a amarnos como hermanos y hermanas en el Señor Jesucristo, incluso el problema de los dones dejará de serlo, porque se resolverá por sí mismo.