domingo, 19 de octubre de 2008

EL VIOLIN DE SARASATE

Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicarán. (Isaías 43:21)

Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. (Salmo 150:1-2)

El gran violinista Sarasate poseía un violín cuya historia merece ser contada.
Colgado del techo de una herrería, cubierto por una espesa capa de hollín y polvo, un violín fue descubierto por un viajero que había tenido que detenerse allí para hacer herrar su caballo. El extraño preguntó al artesano cómo había llegado allí ese violín.
-OH, hace mucho que está allí –contestó el herrero-; me fue dejado en pago de mi trabajo por un cliente de paso, a quien nunca volví a ver. Si usted quiere llevárselo, a mí no me sirve para nada.
El viajero tomó el instrumento y se lo llevó a casa. Después de haberlo limpiado de su capa de hollín y polvo, se dio cuenta de que se trataba de un violín de gran calidad.
Más tarde, Sarasate lo compró y lo tuvo como su violín preferido ¿Quién hubiese pensado que algún día, el instrumento colgado del techo de una herrería y negro de hollín haría vibrar de emoción a multitudes en las más grandes ciudades del mundo?
¡Igualmente Cristo es el virtuoso capaz de limpiar enteramente a un alma de sus manchas y hacer brotar de ella maravillosas alabanzas para la gloria de su Nombre!
El amor, la vida y la muerte de Jesús les valieron a los creyentes esa inefable suerte. Es de desear que nunca olviden que fueron rescatados y puestos aparte para honrar a su Salvador y Señor. Esto da un profundo sentido a sus vidas.

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