sábado, 27 de septiembre de 2008

YO SOY LA LUZ (1)

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12)
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz (Isaías 9:2)

En su conjunto la Naturaleza está influida por la luz. Así los vegetales se dirigen hacia ella y casi todos los animales tienen su ritmo de vida regulado por la alteración de los días y las noches. En cuanto al hombre, él la necesita profundamente, tanto para la salud de su cuerpo como para su equilibrio psíquico. Por lo general, la sola aparición del sol trae alegría a la tierra: los pájaros cantan con las primeras claridades del alba, las flores se abren con la luz del día y los hombres vuelven a tener ánimo. Tanto en el mundo moral como en el universo material, la luz procede de Dios, “del Padre de las luces” (Santiago 1:17). Él es la fuente de todo lo que es verdadero y bueno. Para sacar a los hombres de su noche moral, envió a su amado Hijo, la verdadera “luz del mundo” que trae la vida al alma.
Al empezar la creación, Dios dijo: “Sea la luz” y fue la luz (Génesis 1:3). Así el orden apareció en el mundo y la vida pudo ser dada. Del mismo modo es necesario que la luz de la Palabra de Dios alcance nuestro corazón y nuestra conciencia para que empecemos a vivir espiritualmente. Entonces, las cosas se colocan en su lugar y vemos claro acerca de nuestra verdadera condición; descubrimos el amor de Dios y somos capaces de responderle. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).

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