domingo, 7 de septiembre de 2008

EL BAUTISMO DE JESUS

Si hablamos de bautismos no podemos dejar pasar por alto “EL” bautismo del más grande de todos los tiempos como ejemplo de obediencia al PADRE, porque todas las cosas que nos manda Dios nuestro Señor son mostradas con un ejemplo claro y trasparente de El mismo en su Hijo. El siempre va delante de todos.
Dice la Biblia Evangelio Según San Mateo capitulo 3:13-17: Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.
Imaginémonos un poquilito en la responsabilidad y privilegio que tuvo Juan al tener que BAUTIZAR al Señor de Señores y Rey de Reyes..., algunos podrían entender y no estarían muy errados de que fue como el pastor de Jesús..., vale? esto fue un suceso trascendental en toda la historia pero que encierra una lección de grandeza y humildad en el servicio a Dios que va más allá de los entendimientos humanos y lo que es más de las atribuciones que designa EL gran Dios a un hombrecito nacido de mujer o sea natural.
EL BAUTISMO – CONCRECION DE LA CONVERSION
Para salir del reino de las tinieblas hay que morir, y para entrar en el reino de Dios hay que nacer. Y la manera que Dios ha establecido para que esto pueda realizarse es justamente a través del bautismo realizado con verdadero arrepentimiento y fe en Jesucristo.
Todos los casos bíblicos señalan esta misma verdad.
Hemos quitado al bautismo su lugar, que debe estar junto a la conversión porque es la concreción, la materialización de ella. No sólo esto. También le hemos restado al bautismo su valor, su importancia. Hemos enseñado y predicado: “El bautismo no borra los pecados; el bautismo no salva; el bautismo no es necesario para la conversión, para la salvación, para tener vida eterna”. Y hemos traído como ejemplo al ladrón en la cruz: “¿Qué le dijo Cristo al ladrón en la cruz? Hoy estarás conmigo en el paraíso”. “El ladrón no fue bautizado, ¡y sin embargo fue salvo!” De este modo, hemos hecho de la excepción una doctrina. Hemos fundamentado nuestra enseñanza sobre algo completamente excepcional, diferente al resto de los casos. Si alguien está clavado en una cruz, a punto de morir, también le podemos decir: “Cree, y aunque no te bautices, te vas a salvar”. Pero en esas circunstancias, no en otras. Le hemos restado al bautismo tanto, que muchos concluyen: “Entonces, ¿para qué me voy a bautizar?”
Dentro del contexto evangélico tradicional, ¿Cuál es la necesidad del bautismo? Hemos dicho que es un testimonio público de fe, un testimonio de que realmente uno pertenece a Cristo. Sin embargo, y aunque sorprenda a algunos, debemos decir que no hay en toda la Biblia un texto que diga que el bautismo sea un testimonio público de fe en Cristo. Por un lado, no es la presencia del público lo que da validez al bautismo. Según la Biblia enseña, este no es un acto para testimonio, ni necesariamente tiene que ser público. ¿Qué público había cuando Felipe bautizó al etíope? El bautismo es independiente del público.
Hasta ahora hemos predicado que cuando uno acepta a Cristo, debe luego ser bautizado delante de todos. “todos tienen que presenciar ese acto”, decimos. Por supuesto, el bautismo puede ser público. Como en el caso de los tres mil, como en el caso de los de Samaria, como en tantos otros casos. Pero la presencia de público no es un factor esencial.
¿Qué es el bautismo, según la enseñanza bíblica? Significa, de acuerdo a lo que Pablo dice en Romanos 6, que somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. La Biblia no enseña que el bautismo no salva, no perdona, o no limpia los pecados, como creíamos antes. La Biblia señala que éste es el acto de entrega total a Jesucristo por el cual al descender a las aguas, soy sepultado con El para muerte, y levantado a una nueva vida por el poder de su resurrección. Todo esto a través de la fe. No me bautizo en agua meramente; me bautizo (sumerjo) en Cristo. Muero en su muerte, y nazco por su resurrección.
Nosotros hemos dicho que el bautismo no salva. Pedro dice en su primera epístola (1ª Ped. 3:21): El bautismo que corresponde a esto –se refería al Diluvio –nos salva- luego, entre paréntesis, añade- (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. Sacando por un momento la frase que está entre paréntesis, queda así: El Bautismo… nos salva… por la resurrección de Jesucristo. No es el agua lo que salva, ni el descender al bautisterio, sino la redención obrada por la resurrección de Jesucristo.
Pero, para que la resurrección opere, es necesario el bautismo; no porque limpie de las inmundicias de la carne (éstas no las quita el bautismo, ni la oración, ni el arrepentimiento, sino la muerte y la resurrección de Cristo, la redención que El efectuó en la cruz), sino porque es la aspiración de una buena conciencia delante de Dios. Mi conciencia da testimonio: Cristo murió por mí, y yo muero con El. Esta vieja vida queda sepultada, y me levanto con el poder de la resurrección: de Cristo a una nueva vida.
Por supuesto, el bautismo no tiene ningún valor si se realiza simplemente como una ceremonia o por mero formalismo. Tampoco vamos a establecer como dogma lo que la Biblia dice en cuanto al bautismo. Existe un peligro real de poner un énfasis exagerado en é. Las enseñanzas bíblicas no son un cuerpo de doctrinas estáticas, ni conforman una rígida teología. No llegaríamos lejos con eso. Las verdades de la Biblia son funcionales, dinámicas, vivientes.
Hasta ahora hemos llamado a los pecadores a entregarse a Cristo con el evangelio de las ofertas, a levantar la mano, a pasar al cuarto de atrás, a ponerse de pie, etc. Ahora al presentar el evangelio del reino, no caigamos en dogmatismos o en exageraciones innecesarias, pero hagamos que estas verdades sean funcionales, vivientes, como lo hacía la iglesia primitiva. Sin fórmulas rígidas, pre-establecidas e inmóviles, sino haciendo que opere la esencia de esta verdad. ¿Qué cosa hay más preciosa que guiar a un pecador a pasar de un reino al otro a través de un acto tan correcto, tan contundente y sencillo, establecido por el Señor, como el bautismo?
Un hermano me contó como se realizan los bautismos en la India. La iglesia se reúne en una de las orillas del río, y todos los que van a ser bautizados, en la otra, mezclados con los observadores y los que vienen a presenciar el acto. El ministro que bautiza se coloca en el lecho del río. A su derecha tiene a la iglesia y a su izquierda a los inconversos. Cuando llama a los que han de ser bautizados, éstos salen de entre el público y descienden al río por la margen izquierda. Luego de ser bautizados pasan a la otra orilla para unirse a la iglesia del Señor. Este es un hermoso simbolismo de la realidad del bautismo: hombres librados del reino de las tinieblas y traslados al reino de su amado Hijo.

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