miércoles, 3 de septiembre de 2008

EL BAUTISMO DE LOS SAMARITANOS

Felipe va a Samaria. Allí predica el evangelio del reino de Dios. Dice Lucas en Hech. 8:12, “Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.” ¿Cuándo se bautizaban? Cuando creían. Felipe no fue a predicar el evangelio de las ofertas; era el evangelio del reino. Por eso, cuando creyeron… se bautizaban hombres y mujeres. Si uno cree, ¿por qué no se va a bautizar? Si uno reconoce a Cristo como Señor, ¿qué es lo que impide el bautismo?
Felipe va al desierto y le testifica al etíope. Empieza por Isaías. ¿Dónde termina? Las Escrituras no nos dicen cual fue el último punto del mensaje, pero por lo que sucede luego, deducimos que fue el bautismo. De modo que el etíope se convierte en candidato para el bautismo. Sin embargo, surge un inconveniente de orden práctico: estaban en el desierto y allí no había agua. Siguen andando en el carro y de pronto el etíope exclama: “Felipe, mira; aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?”
Felipe no le dice, “Primero debes hacer frutos dignos de arrepentimiento por seis meses, y luego te bautizamos (Felipe no era evangélico). Sino más bien, “Si crees de todo corazón, bien puedes.”
-¡Creo! –dice el etíope, y manda para el carro. Descienden ambos al agua y Felipe le bautiza (Hech. 8:36-38)

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