miércoles, 10 de septiembre de 2014

DE QUIÉN EH DE ATEMORIZARME

Decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero. Apocalipsis 6:16 Jesús… nos libra de la ira venidera. 1 Tesalonicenses 1:10 Desde la infancia, el comportamiento de los individuos está marcado por el miedo: miedo al lobo, a la oscuridad, a los truenos… Los adultos tienen otros miedos: a la muerte, a las epidemias, a los ataques terroristas, al desempleo, a la contaminación, etc. La inquietud puede transformarse en psicosis colectiva y en pánico generalizado. Por ello hay gente que se moviliza para protestar contra esas amenazas. Pero, ¡qué raro! ¿Se ha fijado usted en la indiferencia generalizada ante otros peligros no menos temibles? Los mayores peligros que nos amenazan son los que ponen en juego el futuro eterno de nuestra alma. ¿Cómo podríamos permanecer indiferentes ante ellos? ¿Somos conscientes de que cuando dejemos esta vida, nuestra condición eterna estará determinada de modo irreversible? Mientras estamos en la tierra, Dios nos invita a aceptar lo antes posible el medio para escapar a su juicio. Este medio es la fe en Jesús, quien “nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10). ¿Sabía usted que, para aquellos que creen en Jesús, Dios hace mucho más que librarlos del juicio? Los adopta como hijos. Pueden contar con su paz, su favor y sus bendiciones desde el instante en que depositan su confianza en su Hijo Jesucristo. Entonces pueden decir: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmo 27:1).

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