domingo, 13 de julio de 2014

UNA SALVACIÓN GRANDE Y ETERNA

En el nombre de Jesucristo… por él este hombre está en vuestra presencia sano. Y en ningún otro hay salvación. Hechos 4:10, 12 Toda práctica religiosa que pretenda dar una respuesta a la conciencia atormentada y la paz con Dios es ilusoria si propone al individuo conseguirlo por sus propios medios. Esto sólo halaga el orgullo del hombre haciéndole creer que puede merecer su salvación. Pero la salvación sólo puede venir de Dios. Dios detesta el pecado y lo condena, pero ama al pecador y quiere reconciliarle con él. Como es justo, no puede cerrar los ojos ante nuestras faltas. La justicia divina condena el pecado y exige su justa retribución. El hombre es culpable y debe sufrir las consecuencias; nadie puede pagar a Dios el rescate por sus pecados. La Biblia dice que el hombre por sí mismo no lo logrará jamás, pues la redención de su vida es de gran precio (Salmo 49:8). Pero Dios, en su amor, nos dio un Salvador, Jesucristo, su propio Hijo. En la cruz Jesús fue mi sustituto, ocupó mi lugar; sufrió lo que yo merecía, recibió el castigo por mis faltas. Sufrió la justa ira de Dios por mis pecados. Si lo creo, Dios me concede su perdón y me libera gratuitamente, pues el precio ya fue pagado. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). Contemplando, Señor, el miserable estado Y el abismo del mal do estuvimos aquí Quisiste Tú morir, librarnos del pecado, Que por nos en la cruz, llevaste sobre Ti. El sepulcro y Satán por Ti fueron vencidos; Vida e inmortalidad Tú sacaste a la luz; En gloria do Tú estás, pronto a tus redimidos Tendrás, cual galardón de la obra de tu cruz.

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