martes, 15 de julio de 2008

LOS DOS REINOS

Según lo afirma el apóstol Pablo, hay dos reinos en este mundo: el de las tinieblas y el de la luz. Veamos lo que escribió a los Colosenses:
Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de LA POTESTAD DE LAS TINIEBLAS, y trasladado AL REINO DE SU AMADO HIJO (Col. 1:12,13).
Ahora bien, ¿qué es un reino? Es una comunidad compuesta por dos clases de personas: el REY, que gobierna, y los SUBDITOS, que obedecen y se sujetan a la autoridad del rey. Si faltaran algunos de estos componentes, no habría reino. No puede haber reino sin rey; tampoco puede haberlo sin súbditos.
El reino de las tinieblas tiene un rey: Satanás. El reino de la luz también tiene el suyo: Jesucristo. Todos nosotros hemos nacido en el reino de las tinieblas. Adán, en su desobediencia, al no reconocer la autoridad de Dios como Señor y Rey de su vida, dejó de pertenecer al reino de la luz y pasó al de las tinieblas. Desde entonces, todo hombre que nace de la descendencia de Adán, nace en el reino de las tinieblas. Pablo, hablando de los que viven en las tinieblas, dice: …entre las cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo (Efes. 2:3).
Según Colosenses 1:13, la verdadera conversión tiene dos aspectos. El primero es ser librados de la potestad de las tinieblas. Allí estábamos, pero Dios nos sacó, nos liberó. Ahora somos libres, sí, pero no para tomar ocasión en la carne, y decir: “Bueno, antes éramos esclavos, súbditos de Satanás, pero ahora podemos hacer lo que se nos da la gana”. Si así hiciéramos estaríamos interpretando mal el evangelio de Cristo.
Y esto se ve claro en el segundo aspecto de la conversión: somos librados de un reino para ser trasladados a otro. Dios nos libró del reino de las tiniebla y nos trasladó al reino de su amado Hijo. La verdadera conversión, en su aspecto pleno, consiste en esta translación.
Por mucho tiempo hay gente que piensa que va a ser trasladado al reino de Dios el día en que muera, que recién entonces entrará a él. O bien, que cuando Cristo viniera, El traería su reino. Pero Pablo no había muerto, ni Cristo había muerto todavía cuando aquél dijo, usando el verbo en tiempo pasado para indicar algo ya consumado: Nos libró del reino de las tinieblas y NOS HA TRASLADADO al reino de su amado Hijo. El tener la idea de que algún día voy a entrar en el reino, o que algún día vendrá el reino, nos ha creado una concepción errónea de Cristo. Mientras sólo esperamos aquel día miramos al Señor como nuestro Salvador, nuestro Sanador, nuestro Ayudador. Y creemos que recién cuando El llegue, será nuestro Rey. Por esa razón tomamos con tan poca seriedad su autoridad, lo que ha ocasionado debilidad y desorientación en nuestras vidas. Cristo debe reinar ya. Necesariamente debemos ser trasladados a su reino, porque la verdadera conversión consiste en eso: ser librados de un reino para ser incorporados a otro.
Pero, ¿cómo se llega a pertenecer a un reino? Sencillamente por hacerse súbdito del rey. ¿Cómo entrar al reino de Jesucristo? Únicamente por permitir que Cristo llegue a ser el Señor y Rey de las vida.
Si alguien nos preguntara a qué reino pertenecemos, seguramente nos apresuraríamos a responderle: “Por supuesto, al Reino de la Luz”. Pero, y esto sea dicho sin ánimo de echar sombra sobre esta afirmación, es conveniente aclarar cuáles son algunas de las características de estos dos reinos a fin de asegurarnos en cuál de los dos estamos. Si a causa de este análisis ves que tiene que ser hecha alguna corrección a tu vida, será cuestión de que en lo sucesivo te ocupes de hacerla; de este modo toda duda quedará eliminada y podrás ocuparte luego, en seguir a Jesucristo con toda fidelidad.

No hay comentarios: