lunes, 12 de mayo de 2008

EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS

El término señor, marca la tremenda diferencia entre las primitivas congregaciones y las nuestras. Dios hoy está restaurando este título, volviéndolo a poner en su debido lugar. Cuando esta palabra resplandeció ante mis ojos y el Espíritu de Dios me reveló su trascendental importancia, comencé a leer de nuevo los Evangelios. Tuve ansias de volver a estudiar cómo predicaba Cristo, cómo evangelizaba. Después de haberlo hecho ya durante un tiempo prolongado en plazas, en parques, en trenes, en hospitales, en congregaciones, en campañas, quería ahora, como un niño, aprender de Jesús a predicar el evangelio como él lo hacía.
Quedé sorprendido, avergonzado y maravillado. Me pregunté: “¿De dónde saqué yo esta manera de predicar?” Jesucristo nunca usó nuestros métodos, ni nuestro enfoque. Jamás predicó a nuestra manera. Nunca preguntó: “¿Quién quiere ser salvo? Levante la mano… No tiene nada que pagar.” No hizo ofertas. Su proclama fue:
Arrepentíos… el reino de Dios se ha acercado.
Se trataba de un reino, un reino que venía a los individuos. ¿Cómo? En la persona del Rey. Cuando Cristo se acercaba a alguien, lo ponía frente a una obligada disyuntiva: entrar en el reino o quedar fuera de él.
¿Cómo entrar? Subordinándose, sujetándose a la autoridad del Rey. Cristo enfrentaba los hombres y mujeres con su propia autoridad: “Se sujeta a mí o no; me reconoce como el SEÑOR de su vida, o no”.
Y en éste momento, te lo está preguntando a ti… ¿que le respondes…?

No hay comentarios: