domingo, 22 de junio de 2014

ME SACÓ DEL POZO DE LA DESESPERACIÓN

Señor… miras el trabajo y la vejación… a ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano. Salmo 10:14 Nuestro Señor Jesucristo… se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo. Gálatas 1:3-4 «Huérfano de padre y abandonado por mi madre cuando tenía dos años, fui a parar a un orfanato religioso. La severa educación que recibí, marcada por la falta de amor, sólo logró volverme amargado y rebelde. A los dieciocho años, mayor de edad y libre, al fin pude vivir como me placía y dar rienda suelta a todos los desenfrenos. Pero rápidamente mis amargas experiencias me mostraron la realidad, pues el alcohol, la droga y los desenfrenos me llevaron a lo más bajo de la sociedad. Terminé en la cárcel y luego en la calle, donde viví miserablemente y hastiado de la vida durante veinte años. Un día conocí a León, un creyente que me ofreció un Nuevo Testamento. Lo leía, pero no comprendía nada; sin embargo algunos pasajes que hablaban del amor de Dios se grabaron en mi mente. Entonces traté de buscar a ese Dios en las iglesias y las peregrinaciones, pero no lo encontré. Desanimado, me refugié todavía más en la droga y en el alcohol. No veía otra alternativa que la muerte, así que la buscaba, pues ya no deseaba vivir. Por eso intenté suicidarme. Pero llegó un día que jamás olvidaré. Mientras mendigaba en una calle, dos jóvenes se acercaron a mí y me hablaron de Jesús como Salvador, el único que podría sacarme de la miseria. Este fue el punto de partida de una nueva vida. Todo mi negro pasado estaba ahí, ante mí, pero Dios, mediante su Palabra, me daba a conocer su perdón y su perfecto amor en Jesucristo. Desde ese día sé que me ama y no ha dejado de probármelo».

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