lunes, 26 de mayo de 2014

YO SOY LA PUERTA: EL QUE POR MI ENTRE, SE SALVARÁ. (dijo Jesús)

Buenas noches Señor…usted está situado en una de las salidas de emergencias, ha leído la hoja de seguridad? Era el vuelo 2536 de Aeroparque con destino a Córdoba. Lo programado era volver a mi ciudad el día Martes por la noche, pero un cambio de planes me ofrecía la posibilidad de estar en mi hogar un día antes, y quien no trataría de aprovecharla? Así fue, que junto a mis compañeros de viaje, nos presentamos en el aeropuerto con la intención de sumarnos en cualquier vuelo esa misma tarde. - Me quedan lugares en los pasillos de las salidas de emergencia. Tienen algún problema con ello? – nos pregunto la recepcionista. Cruzamos algunas miradas. Fue suficiente para ponernos de acuerdo. No teníamos pretensión alguna, solo queríamos llegar a casa; de modo que aceptamos la propuesta con gusto. - Allí viajaran más cómodos –agrego la mujer-. Los lugares son más espaciosos. Fantástico!, pensé, conseguimos un vuelo impensado, y en cómodos asientos! Parecía demasiado bueno como para ser verdad. Mis dudas desaparecieron minutos después, cuando al llegar a mi lugar entendí que no nos habían mentido, todo pintaba perfecto. Solo restaba sentarme, escoger un buen libro y tener a mano mi notebook. Tome mi bolso, estire por última vez mis piernas y busque acomodarme en mi asiento. -Disculpe Señor, pero no puede llevar ningún bolso de mano aquí, usted está en una de las salidas de emergencia- sentencio una azafata. Debo admitir que en un primer momento me desagrado tal aclaración, pero luego lo acepte. Al fin y al cabo estaba en el avión que me llevaría de regreso a casa. Eso es lo que contaba. Eso es lo que deseaba. De modo que guarde mi bolso en su lugar, tome posición y, para evitar otra intervención de la azafata, abroche mi cinturón de seguridad y recline mi asiento. Luego de escuchar las indicaciones de rutina, y esperando el momento del despegue, me apreste a descansar…pero mis planes nuevamente se vieron frustrados… -Buenas noches Señor, usted está situado en una de las salidas de emergencias, ha leído la hoja de seguridad?- Supongo que mi rostro respondió a su pregunta, porque prosiguió sin hacerse esperar: -Por favor, tómese un tiempo para leer las instrucciones que tiene frente suyo- me dijo amablemente. Comencé a disgustarme. Aun no habíamos remontado vuelo y ya me aplicaron dos advertencias! ¿Que debo esperar una vez que estemos en la altura? No lleve su bolso, lea la hoja de seguridad, ¿que vendrá después? Pero recordé haber sido yo quien aceptó la propuesta y debía ser consecuente con ello. Tome la ficha y comencé a leerla: “USTED ES UN PASAJERO DE VITAL IMPORTANCIA EN ESTE VUELO. LE HA SIDO ASIGNADO UN ASIENTO EN UNA SALIDA DE EMERGENCIA” Las primeras palabras, me impactaron. No esperaba una declaración de este tipo. Ante todo, querían que supiera que el lugar que ocupaba en el vuelo era importante, y eso me agrado. No era solo un pasajero más. Era especial. ¿Y a quien no le gusta que lo hagan sentir especial? Leer aquello me predispuso de otra manera, y así decidí continuar mi lectura. Aparecía un detalle de los requisitos que debía cumplir quien ocupaba ese lugar: No tener enfermedades que limiten actuar, demostrar habilidad, ser fuerte para abrir la puerta en caso de emergencia, hablar correctamente para saber transmitir la información al resto de los pasajeros, ser capaz de utilizar ambas manos, ambos pies, tener equilibrio, etc. Cada frase, cada línea escrita, sonaban como elogios hacia mi persona, y eso era motivante. No habían elegido a “cualquiera”, me habían elegido porque habían visto en mí todas esas cualidades. Pero todo el orgullo que sentía de ocupar semejante lugar, se desplomo segundos después. La ficha de instrucciones continuaba con el “Modo de Operación”, donde describía el procedimiento que debía seguir en caso de una emergencia. “Mire con cuidado para detectar humo o fuego…”, “guie a las personas hacia la salida de emergencia…”, “mantenga la calma de los demás pasajeros…”, “comience a evacuar ordenadamente…”. Un momento! –me dije. ¿Cómo es esto? Repetí mi lectura con mayor atención, pero seguía sin entender. ¿Resulta que ahora soy responsable de mantener la calma de los pasajeros en caso de que el avión se encienda en llamas!!!. Imaginé por un instante la escena…”Queridos compañeros de viaje, me presento: Mi nombre es Martin y soy el pasajero de la salida de emergencia. Soy de vital importancia en este vuelo, por tanto quiero pedirles su atención. En forma ordenada iremos escapando por esta puerta, antes que el avión…estalle en mil pedazos!, por favor, uno a la vez y sin perder la calma… a ver, los hombres a mi derecha, las mujeres a mi izquierda…”. Qué locura!. Estaba agradecido por sus primeras palabras, me enaltecían, pero esto me pareció fuera de lugar!. Buscando alguna explicación, levante mi vista, hice un minucioso recorrido por toda la aeronave. Me detuve a mirar a las azafatas, estaban ocupadas con la distribución de la cena. A lo lejos pude observar una de ellas abriendo la puerta de la cabina de mando. Alcance a divisar al piloto, ¿piloto? El piloto! –Grite en mis pensamientos- ¿Cuál es el papel del piloto en una emergencia? ¿Y los tripulantes?, ¿Qué de ellos? ¿No se supone que son ellos quienes deben hacerse cargo de semejante responsabilidad? ¿No son ellos los que se prepararon para volar? ¿No son ellos los que estudiaron durante años para saber qué hacer en un caso de emergencia? Yo solo soy un pa-sa-je-ro. Esta responsabilidad le cabe a ellos, no a mí. Tal vez te parezca exagerado, pero es lo que realmente sentí durante aquel vuelo. Te aseguro que un cilindro metálico a miles de metros de altura, es un buen lugar como para hacerte algunas preguntas. Yo me las hice, y aunque no encontré muchas respuestas, me quedaron grabadas cada una de las palabras de aquella hoja de seguridad. Ahora estoy en mi hogar. Con una gran diferencia, es el Señor quien te lo pregunta. El tiene un propósito para ti y para mi en cada viaje, y quiere saber si estamos dispuestos a llevarlo a cabo. Me recordó que es El mismo quien programa cada vuelo, que tiene un asiento especial disponible y te pregunta si estas interesado en ocuparlo. Tu agitada jornada de trabajo, el tiempo con tu familia, una conversación con tus vecinos, una visita inesperada de tus amigos, horas de estudio con tus compañeros, una reunión complicada con tu jefe. Son vuelos. Vuelos diarios. Algunos duran horas, otros minutos. Pero todos tienen algo en común: que no viajas solo. Otros pasajeros están sentados a tu alrededor. Puedes observarlos? Dos asientos mas allá veras a uno. Parece viajar tranquilo, pero no es tranquilidad lo que tiene, es desesperanza. A tu lado tienes uno dormitando, lo ves relajado pero si pudieras verías en lo profundo un alma que no encuentra descanso. Otro está ocupado, leyendo, aunque en realidad solo intenta tapar el vacio de su soledad. Esta el que nunca deja de trabajar (para no hablar), el que nunca deja de hablar (para no pensar), el que no deja de pensar (para no llorar). Uno y otro más. No importa que estén haciendo, todos necesitan una salida. Una puerta de esperanza. Una salida de emergencia. Tú puedes indicarle donde está. Sabes el camino. ¿Quieres sentarte allí? Dios te lo pregunta cada día. Pero Dios también me recordó otra verdad, que cuando aceptas ese lugar cuentas con su cartilla de seguridad. Tal como la tuve yo, El no te deja a la deriva. Sabe que necesitas de su guía. Tienes sus palabras, tienes su voz… Tú puedes escucharlo y él puede guiarte. Una vez, y otra vez y otra vez. ¿Sabes a que me refiero, no? Dios te ha dejado Su Palabra para que eches mano a ella antes de cada vuelo. Ocupar tu lugar en su plan divino es tan importante como conocer para que lo ocupas. Esta allí, frente tuyo. Tomate un tiempo para leerla… Una primera verdad Dios quiere que sepas que eres un pasajero especial. No eres uno más. Has conocido a Jesucristo, has comprendido el evangelio, has puesto tu confianza en El. Eso te hace especial. Eres importante en cada vuelo porque conoces algo, que ignora el resto. Conoces la SALIDA. Dios te ha puesto donde hoy estas, como parte de su plan. Es posible que hayas cuestionado tu asiento alguna vez. ¿Quien no lo ha hecho? Habrás alzado tu mirada al cielo, y con lágrimas en tus ojos habrás pedido que te cambie de vuelo. “Si tuviera otro trabajo…”, “si mi esposo compartiera mi fe…”, “si viviera en otra ciudad”, “si tuviese otros padres”, “si hubiese tenido otra educación”. Pero recuerda, Dios es quien programa tus vuelos. No cuestiones sus planes, El sabe lo que hace. Dios quiere usarte allí. Donde estas. Donde estés. No en otro vuelo. En este. No en un asiento más adelante, tampoco en un asiento más atrás. Allí, donde estas. El lugar en que te encuentras hoy es desde donde hoy puedes mostrar la salida a quienes hoy están en problemas. ¿No cambia esto tu perspectiva? ¿No miras a tu asiento de otro modo? Toma la cartilla, lee de nuevo sus palabras… y sonríe. Eres de vital importancia en este vuelo. Mas verdades Pero eso fue solo el comienzo. No solo quiere que sepas que eres importante, sino que sepas porque lo eres. El mismo se encargo de llenar esa cartilla con un sinnúmero de verdades acerca de tu identidad. Sos una nueva criatura en Cristo (2ª Cor.5:17), eres un ministro de la reconciliación (2ª Cor.5:18), sos embajador de Cristo en la tierra (2ª Cor.5:17), sos más que vencedor (Rom.8:37), sos ciudadano del cielo (Fil.3:20), y mucho mas. Realidades espirituales que nuestro Padre dejo escritas para que supieras que estás preparado para ocupar ese asiento. Verdades que definen quien eres. Y eres tan especial para El que te lo dijo de muchas maneras. Por su Gracia eres quien eres, y por su Gracia puedes marcar el camino. No necesitas aprobar el curso “Aprendiendo a abrir la puerta de emergencia en 10 segundos”. Suena atractivo, pero basta con señalar la puerta. Tampoco necesitas asistir al seminario “Las 25 técnicas más exitosas de evacuación”, basta con compartir tu fe, solo eso. Los métodos pueden ayudarte pero… mostrar la salida es suficiente. Y para mostrar la salida alcanza con haberla atravesado alguna vez. Has estado en emergencia, lo recuerdas? Has abierto esa compuerta, y ahora sabes quién está del otro lado. El mismo que alguna vez te rescato, espera que le muestres la salida a quienes hoy están en emergencia. ¿Y el piloto? También aprendí aquella noche, que no es bueno cuestionar al piloto. Aun sigo sin entender, cual es su tarea en una situación de emergencia. También me cuesta aun entender porque Dios permanece en la cabina, esperando que nosotros señalemos el camino. Él lo haría mejor. Sin embargo así lo quiso. ¿Y los tripulantes? Ellos están a nuestro servicio, pero no harán nuestra tarea. Harán la suya. Dios no les ha dado a sus ángeles la misión de comunicar su mensaje. Te la ha dado a ti, me la ha dado a mí. Aquella fue una lección de vuelo para mi vida. El nos ofrece un lugar especial, nos califica con su Gracia para ocuparlo, y por alguna razón nos encomienda a nosotros la tarea de indicar a los demás la Salida de Emergencia. Pero no quiero terminar aquí. Olvide comentarte el final de mi lectura. La cartilla terminaba con un último mensaje. Un mensaje escrito con letras mayúsculas, resaltadas y subrayadas. Era como una última recomendación. SI USTED NO DESEA CUMPLIR CON ESTO, POR FAVOR ANUNCIESE A LA TRIPULACIÓN PARA QUE SEA REUBICADO Dios tiene un plan para ti cada día. En cada vuelo. Eres importante para El. Te ha preparado para cumplir su misión. ¿Qué harás? ¿PEDIRÁS SER REUBICADO?.

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