martes, 4 de febrero de 2014

UNA ORDEN IMPORTANTE

Marcos 12:28-34 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas… —Marcos 12:30 Cuando un doctor en leyes le pidió a Jesús que señalara cuál era la regla más importante de la vida, Él respondió: «... amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas…» (Marcos 12:30). En estas palabras, resumió lo que Dios más desea que hagamos. Me pregunto cómo puedo aprender a amar a Dios con todo mi corazón, alma y mente. Neal Platinga señala un cambio sutil en el registro de este mandamiento en el Nuevo Testamento. Deuteronomio nos encarga que amemos a Dios con nuestro corazón, alma y fuerzas (6:5), pero Jesús agregó la palabra mente. Platinga explica: «Hay que amar a Dios con todo lo que uno tiene y es. Absolutamente todo». Esto nos ayuda a cambiar la perspectiva. A medida que aprendemos a amar a Dios con todo, empezamos a considerar nuestras dificultades como una «leve tribulación momentánea», tal como el apóstol Pablo describe sus duras y extenuantes experiencias. Él tenía en mente «un cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (2 Corintios 4:17). En la escuela superior de la oración, donde uno ama a Dios con toda el alma, no desaparecen las dudas y las luchas, pero su impacto sobre nuestra vida disminuye. «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19), y nuestras vacilaciones imperiosas se aplacan a medida que aprendemos a confiar en su bondad suprema. El don más precioso que podemos darle a Dios es aquel que Él nunca nos fuerza a entregar: nuestro amor.

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