jueves, 6 de febrero de 2014

ANTES Y DESPUÉS

Salmo 55:1-8, 16-17 Escucha, oh Dios, mi oración […]. Mi corazón está dolorido dentro de mí, y terrores de muerte sobre mí han caído. —Salmo 55:1, 4 ¿Qué cambios se producen en la vida después de una prueba severa? Pensé en esto mientras leía la trágica historia de un padre jamaiquino que, accidentalmente, disparó y mató a su hija de 18 años mientras trataba de proteger a su familia de unos asaltantes. La noticia relataba que, al día siguiente, fue a la iglesia (como era su costumbre) desconsolado, pero buscando de todos modos la ayuda de Dios. La fe en Él lo había guiado antes, y sabía que el Señor podía sostenerlo después. Pensé en esto con respecto a mi vida, tras haber perdido también a una hija adolescente. Para recordar mi perspectiva de la vida y de la fe antes de la muerte de Melissa, revisé los archivos en mi computadora para leer el último artículo que había escrito antes de perderla en junio de 2002. ¿Cómo se relaciona lo que expresé entonces con lo que ahora sé? ¿La prueba severa cambió mi concepto de la fe en Dios? En mayo de ese año, escribí: «David no tenía miedo de dirigirse abiertamente a Dios y contarle lo que tenía en su corazón […]. Nosotros no debemos tener miedo de decirle al Señor lo que está en el nuestro». Antes de atravesar momentos difíciles, me presentaba ante Dios y Él me escuchaba. Después, descubrí que Él sigue escuchando, y que consuela y sostiene. Por lo tanto, continúo orando con fe. Nuestra fe permanece intacta y se fortalece porque Él es el Dios del antes y del después. Lo que sabemos de Dios nos anima a confiar en Él en todo lo que desconocemos.

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