jueves, 17 de abril de 2014
¿ASPIRAR O AMBICIÓN?
LEA: Colosenses 3:22-24
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor… —Colosenses 3:23
Ambición: Deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama.
Aspirar: Pretender conseguir algo y hacer lo necesario para ello, especialmente cuando se considera que es muy importante.
"tenían la obligación de ganar para poder aspirar a las semifinales; su actitud es la de quien aspira a tener buena imagen; aspirar a lo máximo en una profesión"
¿Es mala la ambición? ¿Está mal tener empuje y esforzarse para ser el mejor? Puede ser. La diferencia entre aspirar y ambición es la motivación y el objetivo: si es para la gloria de Dios o para gloria personal.
En 1 Tesalonicenses 4:1, Pablo señala que los creyentes deben «agradar a Dios» con su vida. Para algunos, el deseo de agradarlo es una transformación instantánea generada en el momento de la salvación, mientras que para otros, esa transformación está repleta de inconsecuencias y vacilaciones. Ya sea que el cambio ocurra en forma instantánea o gradual, el creyente debe ambicionar las metas divinas, no las propias.
Por eso, en relación al trabajo, preguntamos: «¿Cómo me ayudará este cambio de trabajo a servir a los demás y glorificar a Dios?». La aspiración se enfoca en el Señor y en los demás, y siempre considera los talentos que Él nos ha dado y cómo desea utilizarnos.
Pablo sugiere que trabajemos «con corazón sincero, temiendo a Dios» (Colosenses 3:22). Todo lo que hagamos en nuestro lugar de trabajo debe ser como un servicio para el Señor (vv. 23-24).
Glorificamos más a Dios y nos deleitamos más en su Persona cuando trabajamos con fervor y excelencia para Él, no para nosotros; cuando lo hacemos para servir al Señor y a los demás, no para beneficio personal… porque Él merece todo lo que somos y tenemos.
«Nos empequeñecemos al intentar ser grandes». —Eli Stanley Jones, misionero
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