viernes, 14 de marzo de 2014

UN TIPO DE GLORIA DIFERENTE

Juan nos contó que el cambio del agua en vino fue el primer milagro de Jesús y que a través de éste, Él reveló Su gloria (2:11). Pero cuando vemos de cerca el carácter del milagro, parece que hay muy poco en él que sea «glorioso.» Juan dio a entender que tal vez los únicos que incluso supieron que hubo un milagro fueron los siervos que habían llenado las jarras (v. 9). Esto no es para decir que el milagro no fue «milagroso.» Pero me gustaría enfatizar el carácter de la obra del milagro por parte de Jesús, la manera en que obró casi todos Sus milagros. No había ninguna agitación de la mano en el aire, ni siquiera una insinuación de llamar la atención hacia Sí mismo. Esto es a lo que me refiero cuando los llamo los milagros «no milagrosos» de Jesús. «Llenen las jarras y llévenlas para allá», dice sencillamente. «¿Cuál milagro?» podrían haber preguntado los que estaban allí. Luego, «el maestresala probó el agua convertida en vino» (v.9). Eso es todo. Ninguna formula mágica, ¡por cuanto el Señor del universo no necesita de la prestidigitación! Ninguna glorificación de Sí mismo. Sin embargo, Juan dijo que fue así como Jesús reveló Su gloria. Ésta fue la «manera» de Jesús. Así era como lograba la alabanza para el Padre Cuando examinamos los milagros desde esta perspectiva, aparece una imagen más consistente de Jesús de Nazaret. Tiene sentido que Aquél que se negó a considerar el ser igual a Dios obrara la mayoría de Sus milagros de una manera tan no milagrosa — casi a escondidas. Encaja con la paradoja de Su vida, ¿no es cierto? Poder por medio de la debilidad, sabiduría a través de la insensatez, y total victoria por medio de la sangrienta derrota. En nuestras vidas, Jesús a menudo comienza un cambio milagroso con un sencillo mandamiento, «Sígueme» o «No temas.» La boda en Caná tiene el propósito de prepararnos para el hecho que las personas a nuestro alrededor en el mundo generalmente no alcanzarán a apreciarlo o incluso verlo en absoluto. Este primer milagro también nos enseña que Él está listo a transformar toda situación ordinaria en el glorioso material del que están hechos los milagros.

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