miércoles, 14 de enero de 2009

CULTIVEMOS NUESTRAS RELACIONES CON DIOS

¡Cuán grandes son tus obras, oh Señor! Muy profundos son tus pensamientos. El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto. (Salmo 92:5-6)

Dios puso en nuestras manos dos grandes libros que debemos leer juntamente: el uno es el libro de la creación, de la naturaleza, del universo; el otro es la Biblia. Este último nos ayuda a comprender el primero. El autor de los dos libros es el mismo y, por ese hecho, ellos no pueden contradecirse. Descubrimos la verdad tanto en el uno como en el otro. Si vemos en ellos una contradicción, es porque hemos comprendido mal el uno o el otro o ambos a la vez.
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
Se impone el respecto de parte de aquel que se acerca a Dios. Sin duda, nos acercamos a él con confianza como un Padre,” pero al mismo tiempo con deferencia, porque él es el Dios santo.
Cuando retrocedemos ante un servicio con el pretexto de nuestra incapacidad, es una prueba de que estamos pendientes de nosotros mismos. Dios no nos llama para un servicio a causa de nuestra capacidad, sino para que contemos con su propio poder.
A menudo Dios permite que nos sintamos decepcionados al mirarnos a nosotros mismos para que aprendamos mejor cuánto necesitamos a Cristo y hallemos en él la respuesta a todo.

jueves, 8 de enero de 2009

MÁS PELIGROSO QUE LA BOMBA ATOMICA

Los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra (la Palabra de Dios), guardados para el fuego en el día del juicio, y de la perdición de los hombres impíos. (2ª Pedro 3:7)

El hombre domina la naturaleza, pero no se domina a sí mismo, y éste es su más grande problema. La Biblia no condena la ciencia, ni las capacidades del hombre, las presenta como dones de Dios que el hombre debe administrar con sumisión a su Creador. De hecho, cuando la ciencia termina en desastres, no es culpa de la ciencia sino del indómito corazón humano que usa su poder contra Dios. En sí misma la bomba atómica no representa ningún peligro. Es sólo un objeto. Lo que es terriblemente peligroso es el hombre tentado de valerse de ella.
La Biblia nos dice que el Hijo de Dios, creador del universo, es también “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3)
Pero llegará la hora en que destruirá totalmente la tierra, esa maravilla salida de sus manos. ¿Por qué? Porque está mancillada por el pecado de los hombres. Después de ese terrible acto. Dios cumplirá otro todavía más aterrador: el juicio y la destrucción de los hombres impíos.
Dios sigue manteniendo el movimiento de los astros y la vida en la tierra, dejando que los seres humanos se organicen a su antojo. Con paciencia multiplica sus llamados hacia ellos, urgiéndolos a creer en la obra expiatoria de Jesús. Pero ese tiempo de la gracia acabará para dar lugar al “gran día” de la “ira del Cordero” (Apocalipsis 6:16-17).
“Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15)

domingo, 4 de enero de 2009

DESPERTEMOS

Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. (Efesios 5:14)

Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño. (Romanos 13:11)

Despertar a un hombre dormido, a veces es prestarle un gran servicio o incluso salvarle la vida.
En efecto, el que duerme pierde conciencia de su situación en ese momento. Un ladrón puede haberse introducido en su habitación sin que lo sepa: un incendio puede declararse en su inmueble y cortar todas las salidas antes que lo advierta. ¡Cuántos accidentes de tránsito han sido provocados por el intempestivo sueño de un cansado conductor!
La Palabra de Dios toma el sueño como la imagen de la inconciencia del hombre en cuanto a su estado espiritual. Lo mismo que un enfermo bajo el efecto de un somnífero puede perder toda sensación de dolor y deja de inquietarse por su curación, el hombre pecador se acostumbra a vivir en una clase de sueño en cuanto al presente, se forja ilusiones para el porvenir y esquiva deliberadamente los grandes problemas de la existencia: el pecado, la muerte, el más allá.
Usted, que avanza a través de la vida como un sonámbulo en el borde de un techo, nuestro deber es tomarle del brazo para gritarle: -Despiértese, usted se halla en peligro de muerte; la realidad es muy diferente de lo que usted sueña. Si no abre los ojos ahora, de repente usted estará hundido en la eternidad y entonces despertará, pero ¡demasiado tarde! No sea de los que “serán despertados… para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:1).