viernes, 5 de diciembre de 2008

ANGUSTIA HUMANA – GOZO CRISTIANO

Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. (Filipenses 3:20-21)

Con motivo del día de todos los santos el cronista de un seminario local escribe: “Ciertamente en estos momentos los que quieren recordar y volver a ver en su memoria la imagen de un ser amado toman conciencia de la importancia de lo humano ante la muerte, de la fragilidad y de la brevedad de una existencia”. Y agrega: “Aquí abajo sólo somos unos pobres inquilinos con un muy precario arrendamiento. ¡No somos más que transeúntes!”
Tristeza… angustia… ¿por qué? Porque no se conoce a Jesús resucitado como esperanza, blanco y consuelo del creyente.
Éste habla otro lenguaje. Confesó sus pecados a Dios. Conoce a Jesús como un Salvador vivo, quien le ama personalmente y vive en comunión con él en un apacible gozo. Es cierto que no es más que un transeúnte aquí abajo; pero avanza en compañía del mejor amigo hacia un feliz porvenir. Sabe adónde va si la tumba se cierra sobre él; su alma estará con Jesús y su cuerpo aguardará el día de la resurrección de entre los muertos. Su “puerto” es “la casa del Padre”, el paraíso de Dios.

Mi casa frágil caerá,
el cuándo no podré decir,
mas sé que Dios preparó ya
morada eterna para mí.

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