sábado, 27 de septiembre de 2014

MISERICORDIA GRATUITA PARA TODOS

Isaías 55 55 «Todos los que tengan sed, vengan a beber agua; los que no tengan dinero, vengan, consigan trigo de balde y coman; consigan vino y leche sin pagar nada. 2 ¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan? ¿Por qué dar su salario por algo que no deja satisfecho? Óiganme bien y comerán buenos alimentos, comerán cosas deliciosas. 3 Vengan a mí y pongan atención, escúchenme y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, cumpliendo así las promesas que por amor hice a David. 4 Yo lo puse a él como testigo para las naciones, como jefe e instructor de los pueblos. 5 Tú llamarás a pueblos desconocidos; pueblos que no te conocían irán corriendo a ti, porque yo, tu Señor, el Dios Santo de Israel, te he honrado. 6 »Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo, llámenlo mientras está cerca. 7 Que el malvado deje su camino, que el perverso deje sus ideas; vuélvanse al Señor, y él tendrá compasión de ustedes; vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar. 8-9 Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes.» El Señor lo afirma. 10 «Así como la lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, y producen la semilla para sembrar y el pan para comer, 11 así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto, sino que hace lo que yo quiero y cumple la orden que le doy. 12 »Ustedes saldrán de allí con alegría, volverán a su país con paz. Al verlos, los montes y las colinas estallarán en cantos de alegría y todos los árboles del campo aplaudirán. 13 En vez de zarzas crecerán pinos, en vez de ortigas crecerán arrayanes; esto hará glorioso el nombre del Señor; será una señal eterna, indestructible.»

jueves, 18 de septiembre de 2014

YO Y MI CASA SERVIREMOS AL SEÑOR

Marcos 10:17-22 Pero él, […] se fue triste, porque tenía muchas posesiones. —Marcos 10:22 Heroína para una generación que creció después de la Segunda Guerra Mundial, Corrie ten Boom dejó un legado de piedad y sabiduría. Víctima de la ocupación nazi en los Países Bajos, sobrevivió para relatar su historia de fe y dependencia de Dios durante su horrendo sufrimiento. «He tenido muchas cosas en las manos —dijo Corrie una vez—, y las perdí todas, pero todo lo que he colocado en las manos de Dios aún lo poseo». Ella sabía muy bien qué significaba perder algo. Perdió su familia, sus posesiones y años de su vida a manos de personas llenas de odio. No obstante, aprendió a concentrarse en lo que podía ganarse en las esferas espiritual y emocional, al colocar todo en las manos de su Padre celestial. ¿Qué significa esto para nosotros? ¿Qué debemos colocar en las manos de Dios para que Él lo proteja? Según la historia del joven rico en Marcos 10, todo. Este hombre tenía gran abundancia en sus manos, pero, cuando Jesús le pidió que lo diera todo, se negó. Se aferró a sus posesiones y no siguió al Señor. Como resultado, «se fue triste» (v. 22). Tal como Corrie ten Boom, podemos encontrar esperanza al poner todo en las manos de Dios y, después, confiarle los resultados. —No hay vida más segura que la consagrada a Dios.

lunes, 15 de septiembre de 2014

DIOS DICE: SEAN SANTOS COMO YO SOY SANTO

(Dios dice Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros. Ezequiel 36:26 ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Salmo 119:9 El limpio de manos aumentará la fuerza. Job 17:9 Hoy en día la pureza moral no tiene mucha acogida. Quizá la gente tema que ello conduzca a la hipocresía. ¡Es tan fácil hacer teatro! Con respecto a esto, Jesús habló duramente contra el partido religioso de los fariseos, quienes hacían gran énfasis en una pureza exterior, legalista: “Limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia” (Mateo 23:25). La pureza que Dios desea es en primer lugar la del corazón, la de las intenciones, de las motivaciones. A veces nuestras motivaciones no son nada claras y nuestras intenciones son ambivalentes. Entonces, ¿cómo purificarnos interiormente? No podemos hacerlo por nosotros mismos, pero Dios sí. Él limpia nuestro corazón cuando aceptamos al Señor Jesús como nuestro Salvador. Dios purificó nuestros corazones mediante la fe (Hechos 15:9). A partir de entonces toda nuestra vida puede estar acorde con la pureza de Dios. La Biblia habla de un corazón puro, un corazón que no persigue objetivos ambiguos, sino objetivos sanos, orientados por el Señor, objetivos que nos acercan a él. Amigos cristianos, Dios nos ha dado su Espíritu que nos conduce por ese camino de santidad. Cuando leemos la Biblia y oramos, puede haber un versículo que nos reprenda, o que cierto pensamiento se imponga a la mente. Escuchemos esas sugerencias y sigamos “la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).

domingo, 14 de septiembre de 2014

EL QUE NO ACEPTE EL REINO DE DIOS COMO UN NIÑO..., NO ENTRARÁ EN EL.

Mateo 18:1-10 … De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. —Mateo 18:3 Carlos Wesley (1707-1788) fue un evangelista metodista que escribió más de 9.000 himnos y poemas sacros. Algunos, como Oh, que tuviera lenguas mil, son himnos de alabanza maravillosos y elevadores, pero su poema Dulce Jesús, manso y humilde, publicado por primera vez en 1742, es la silenciosa oración de un niño, la cual captura la esencia de cómo deberíamos buscar todos al Señor, con una fe sincera y sencilla. Amante Jesús, dulce Cordero, en tus manos de gracia estoy. Hazme, Salvador, lo que tú eres; vive dentro de mi corazón. Cuando algunos seguidores de Jesús estaban compitiendo por una posición en su reino, «llamando [Él] a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 18:2-3). Pocos niños buscan posición o poder, ya que ellos desean ser aceptados y sentirse seguros. Se aferran a los adultos que los aman y se ocupan de ellos. Jesús nunca rechazó a un niño. La última estrofa del poema de Wesley muestra el deseo semejante al de un niño de ser como Jesús: «Mostraré, entonces, tu alabanza / te serviré todos mis días felices. / Después, el mundo siempre verá / a Cristo, el santo Niño, en mí». —Padre, dame la fe de un niño. Quiero conocer tu amor y cuidado, y descansar en tus brazos. Concédeme el deseo de ser como tú en todo para poder vivir para honrarte. La fe brilla en todo su esplendor en un corazón semejante al de un niño.

viernes, 12 de septiembre de 2014

NO HAY UN DIOS TAN GRANDE COMO TU Y NINGUNO QUE PUEDA HACER LAS OBRAS QUE TU HACES.

Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos… No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz… Hasta el extremo del mundo sus palabras. Salmo 19:1-4 La existencia del mundo plantea dos preguntas: ¿Quién lo creó? ¿Con qué objetivo fue creado? La Biblia da la respuesta: “Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios” (Hebreos 3:4). Toda casa requiere un constructor. Del mismo modo, la naturaleza que nos rodea y el hombre mismo testifican de la existencia de un creador que planeó todo con un objetivo concreto. Los hombres más inteligentes bien pueden ingeniárselas para tratar de encontrar otras explicaciones, pero éstas nunca serán satisfactorias. El mundo material, el mundo vivo, la conciencia, el lenguaje humano… no fueron producidos por la energía, ni por el tiempo, ni por el azar. Hay otra cosa, hay un Dios. De la naturaleza sale una voz: una simple flor nos maravilla, da testimonio de la grandeza de Aquel que la creó y le dio un perfume determinado. Un bebé nos habla de Aquel que da la vida y que nos permite transmitirla. Dios también llama a su criatura a tomar conciencia de su pequeñez: “Yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia” (Job 38:3). Estas preguntas nos llevan a reconocer los límites de nuestro conocimiento y a inclinarnos ante Dios, ante su inteligencia suprema y su conocimiento absoluto… ¿Y qué podemos decir cuando el curso normal de la naturaleza se ve perturbado? ¡Cuán pequeños, vulnerables e impotentes nos sentimos ante un terremoto, una tempestad e incluso sencillamente ante una fuerte tormenta!

jueves, 11 de septiembre de 2014

EN EL MEDIO DE LA TORMENTA DE LA VIDA AGUDICEMOS NUESTRA VISTA Y NUESTRO OÍDO Y AHÍ ESTÁ... EL GRAN YO SOY... PARA SOCORRERNOS.

Vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis. Juan 6:19-20 Señor… Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas. Lamentaciones 3:55-57 (Juan 6:16-21) Era de noche y los discípulos atravesaban el mar de Galilea en una barca agitada por un fuerte viento. Después de haber remado unos 4 ó 5 kilómetros, vieron a Jesús que caminaba sobre el agua e iba hacia ellos. ¡Jesús está por encima de todo: su divino poder domina sobre las leyes y los fenómenos de la naturaleza! ¡Qué extraño! ¡Cuando los suyos lo vieron, tuvieron miedo! La grandeza del Hijo de Dios los llenó de temor. Pero Jesús les dijo: “Yo soy; no temáis”. Así les mostró su amor y el interés que tenía por ellos. Pero aún más, pues pronunció el “Yo soy” de la presencia divina (Éxodo 3:14; Juan 8:58). Dios mismo estaba ahí, presente para socorrer a los suyos en medio del peligro. Amigos creyentes, todavía hoy, en medio de las tempestades de nuestra vida, cuando nuestra energía se agota, podemos oír al Señor Jesús decirnos: “Yo soy; no temáis”. Yo soy su Salvador, su socorro en medio del peligro, su Pastor que nunca los abandonará. Yo soy el que oro por ustedes para que resistan a las tentaciones y a los ataques de Satanás. Soy yo el que dirijo su vida para su bien, ¡incluso si las circunstancias parecen mostrar lo contrario! Como Redentor suyo, soy el que conozco sus debilidades, sus caídas morales, y también soy el que quiere levantarlos. Yo soy el que permite la tempestad, pero tengo el poder para detenerla y para conducirlos a buen puerto.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

DE QUIÉN EH DE ATEMORIZARME

Decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero. Apocalipsis 6:16 Jesús… nos libra de la ira venidera. 1 Tesalonicenses 1:10 Desde la infancia, el comportamiento de los individuos está marcado por el miedo: miedo al lobo, a la oscuridad, a los truenos… Los adultos tienen otros miedos: a la muerte, a las epidemias, a los ataques terroristas, al desempleo, a la contaminación, etc. La inquietud puede transformarse en psicosis colectiva y en pánico generalizado. Por ello hay gente que se moviliza para protestar contra esas amenazas. Pero, ¡qué raro! ¿Se ha fijado usted en la indiferencia generalizada ante otros peligros no menos temibles? Los mayores peligros que nos amenazan son los que ponen en juego el futuro eterno de nuestra alma. ¿Cómo podríamos permanecer indiferentes ante ellos? ¿Somos conscientes de que cuando dejemos esta vida, nuestra condición eterna estará determinada de modo irreversible? Mientras estamos en la tierra, Dios nos invita a aceptar lo antes posible el medio para escapar a su juicio. Este medio es la fe en Jesús, quien “nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10). ¿Sabía usted que, para aquellos que creen en Jesús, Dios hace mucho más que librarlos del juicio? Los adopta como hijos. Pueden contar con su paz, su favor y sus bendiciones desde el instante en que depositan su confianza en su Hijo Jesucristo. Entonces pueden decir: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmo 27:1).

martes, 9 de septiembre de 2014

ASÍ SERÁ MI PALABRA NO VOLVERÁ A MI VACÍA (Isaías 55:1)

(Jesús dice El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Lucas 21:33 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. 1 Pedro 1:23, Con osadía, Voltaire escribió lo siguiente en su diario: «Acabo de leer algunas páginas de la Biblia. Es claro que este libro ya no es para nuestros tiempos. Estoy seguro de que en menos de un siglo la Biblia no será más que el almanaque del año pasado». Pero, ¿quién lee todavía hoy los panfletos del filósofo que pretendía poder «apagar» la verdad de Dios? La Biblia, que en tiempos de Voltaire estaba traducida a unos treinta idiomas, hoy en día es difundida por toda la tierra en más de 2.550 lenguas y dialectos diferentes. La Palabra de Dios puede ser comparada a: –Un martillo que rompe nuestro orgullo (Jeremías 23:29). –Un fuego que puede encender la llama del amor divino en nuestro corazón (Jeremías 23:29). –Un pan vivo que Dios da al hombre para transmitirle la vida eterna y desarrollarla (Juan 6:48-51). –Una fuente refrescante para saciar la sed de felicidad, de paz y de amor de cada ser humano (Salmo 36:9; 87:7). –Una espada que pone al descubierto el estado moral interior de cada uno (Hebreos 4:12). –Una luz que el creyente necesita para guiarse en la noche moral de este mundo: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). Aún hoy, muchos hombres son perseguidos, encarcelados e incluso asesinados por leer la Biblia y seguir sus enseñanzas. ¿Qué valor tiene la Biblia para usted?

lunes, 8 de septiembre de 2014

A PREPARARNOS COMO LAS CINCO VÍRGENES PRUDENTES.

(Mateo 25:1-13) Estad preparados. Lucas 12:36, 40 Esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya. Filipenses 3:20-21 Empezar a hacer las maletas Una madre respondió así a su hija con respecto a la muerte de su padre: «Dios vino a buscarlo, Rebeca. Un día también vendrá a buscarnos a nosotras; pero no sabemos cuándo». Después de haber reflexionado un poco, la niña dijo: «Mamá, si no sabemos cuándo vendrá por nosotras, quizá no estemos preparadas. Deberíamos empezar a hacer las maletas». La niña, en cierto sentido, tenía razón. Hace mucho tiempo el profeta Amós también dijo: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12). Hay dos acontecimientos que pueden interrumpir en cualquier momento la vida terrenal del creyente: su muerte, o la venida del Señor por su Iglesia. Uno u otro pueden producirse en cualquier momento. Por eso Jesús nos dice a todos: “Velad y orad” (Marcos 13:33). Otra niña, de tres años de edad, días antes de morir se presentó ante su madre con todas sus muñecas vestidas en sus brazos y le dijo: «Mamá, estoy preparada para ir con el Señor Jesús». Y nosotros, ¿estamos preparados para encontrarnos con Dios? ¿En qué consiste esta preparación? Si le pregunta a la gente que le rodea, probablemente obtenga respuestas muy variadas. Pero, ¿qué dice la Palabra de Dios? Nos invita a creer en Jesús, el único mediador entre Dios y los hombres, a confesarle nuestros pecados y a confiar en él. Jesús nos dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

domingo, 7 de septiembre de 2014

ES NECESARIO QUE YO MENGUE Y QUE CRISTO CRESCA

Filipenses 3:1-11 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor… —Filipenses 3:8 Mientras pastoreaba una iglesia al principio de mi ministerio, mi hija me preguntó: «Papá, ¿somos famosos?». A lo cual, repliqué: «No, querida, no lo somos». Ella pensó por un instante y, después, dijo un poco indignada: «Bueno, ¡lo seríamos si más personas supieran sobre nosotros!». ¡Pobre hija! Solo siete años de edad y luchando ya con lo que muchos de nosotros batallamos durante toda la vida: el anhelo de obtener el reconocimiento que pensamos que merecemos. Nuestro deseo de reconocimiento no sería un problema si no tendiéramos a quitar a Jesús del centro de nuestra atención. Estar concentrados en nosotros mismos lo deja fuera del cuadro. La vida no puede girar alrededor de nosotros y de Jesús al mismo tiempo. Esto le da vital importancia a la declaración de Pablo al decir que consideraba «todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús» (Filipenses 3:8). Ante una elección entre él y Jesús, voluntariamente descartaba las cosas que atraerían la atención hacia sí mismo, para que pudiera concentrarse en conocer a Cristo y experimentar su presencia en su vida (vv. 7-8, 10). Nosotros debemos decidir sobre lo mismo. ¿Viviremos para atraer la atención hacia nosotros o nos concentraremos en el privilegio de conocer a Jesús y experimentar una comunión más íntima con Él? —Señor, ayúdame a quitarme del camino y profundizar mi andar contigo. ¿Nuestras decisiones honran a Dios o a nosotros?

viernes, 5 de septiembre de 2014

ESTRATEGIAS DE GUERRA DE NUESTRO ENEMIGO Nº1

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. 1 Pedro 5:8 El mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. 2 Corintios 11:14 Podríamos considerar el camaleón como un monstruo en miniatura. ¡Es un animal muy raro! Sus movimientos son extremadamente lentos. Es muy miedoso, y su medio de defensa es esa extraña facultad que tiene de cambiar voluntariamente de color para ocultarse. Su piel está compuesta por células de diversas pigmentaciones que puede retractar o dilatar y mezclar, de modo que produce toda una gama de colores según el paisaje que lo rodea. Ese camuflaje le permite pasar desapercibido tanto de sus enemigos como de sus presas. ¡Excelente truco para captar al imprudente insecto que se acerca! Con un rápido movimiento de la lengua, sin mover su cuerpo, el camaleón engulle a su víctima. Asimismo el diablo, camuflado en un mundo que a veces tiene aspectos seductores, está listo para atrapar a los hombres en sus redes. Como sabe que en la naturaleza humana hay diferentes tipos de codicia, se presenta a cada uno bajo el aspecto que más le conviene. Ya en el huerto de Edén, la voz del tentador no pareció insólita a nuestros primeros padres, Adán y Eva. Desde entonces su técnica no ha cambiado: bajo su camuflaje, Satanás atrae el corazón de sus presas y las seduce. Primero provoca la duda, luego la incredulidad y la rebelión… Estemos atentos, huyamos de este peligroso enemigo tan pronto como percibamos su astucia, y no tratemos de desafiarle.

jueves, 4 de septiembre de 2014

SERÁS LO QUE DEBES SER O NO SERÁS NADA

Proverbios 22:1-5 De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas… —Proverbios 22:1 Los que visitaban el zoológico quedaron pasmados cuando el «león africano» empezó a ladrar en vez de rugir. El personal del lugar dijo que habían disfrazado un mastín tibetano, un perro muy grande, de león porque no tenían dinero para comprar el animal verdadero. No hace falta decir que el zoológico perdió su reputación y que la gente pensaba dos veces antes de visitarlo. La reputación es frágil; una vez que se daña, es difícil de recuperar. Es común sacrificar una buena reputación en el altar del poder, el prestigio o las posesiones. Podría sucedernos a todos. Las Escrituras nos exhortan: «De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas…» (Proverbios 22:1). Dios está diciéndonos que el valor verdadero no debe basarse en lo que tenemos, sino en lo que somos. El antiguo filósofo griego Sócrates declaró: «La forma de lograr una buena reputación es esforzarse para ser lo que uno desea parecer». Como seguidores de Jesús, llevamos su nombre. Por su amor a nosotros, nos esforzamos para andar como es digno de Él, reflejando su semejanza en nuestras palabras y acciones. Cuando fallamos, Él vuelve a levantarnos con su amor. Por nuestro ejemplo, los que nos rodean serán guiados a alabar a Dios, quien nos redimió y transformó (Mateo 5:16), porque el Señor es digno de gloria, honra y alabanza plena. —Señor, por favor, muéstrate a través de mí. «El tesoro más puro que un mortal puede tener es una reputación impecable». —Shakespeare

martes, 2 de septiembre de 2014

NO LOS DEJARÉ HUÉRFANOS DIJO EL SEÑOR

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Lucas 24:5-6 Buscad al que… vuelve las tinieblas en mañana. Amós 5:8 ( Juan 20:11-18) Ella estaba llorando cerca de la tumba donde había visto depositar el cuerpo inerte de su Salvador y Señor. Jesús la había liberado del poder de Satanás y, desde entonces, ella le seguía. Formaba parte de las mujeres que le habían servido. Con el corazón destrozado, lo había visto clavado en la cruz. Dos hombres habían bajado su cuerpo de la infame cruz y lo habían puesto en la tumba. Pasado el sábado, María Magdalena regresó muy temprano para ver el cuerpo de su Señor, pero ya no estaba allí. La piedra que cerraba la entrada de la tumba había sido rodada y el sepulcro estaba vacío. Muy angustiada se echó a llorar. Luego vio allí a un hombre y pensó que era el hortelano. Entonces le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré” (Juan 20:15). La respuesta fue breve, directa al corazón: “¡María!” (v. 16). En realidad era Jesús mismo, vivo y resucitado. Después añadió: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). ¡Qué expresión! El Padre de su Señor pasó a ser Padre de todos los discípulos. El Señor iba a dejarlos, pero desde entonces, sabían que tenían un Padre en el cielo. María no necesitaba saber más y se fue corriendo para anunciar la maravillosa noticia a los que habían seguido a Jesús. Esta buena nueva también es para nosotros, cristianos. En el cielo tenemos un Padre, y desde ahora podemos disfrutar de la intimidad de la gloriosa familia de los redimidos.