viernes, 27 de junio de 2014

¿ENTIENDES LO QUE LEES?

Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Lucas 10:26 El Señor… despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. Isaías 50:4 Los pergaminos que Jesús leía sólo contenían los textos del Antiguo Testamento. En los evangelios lo vemos citar esos libros y recomendar su lectura. Cuando tenía doce años, sentado en medio de los que enseñaban las Escrituras, Jesús los escuchaba y les hacía preguntas (Lucas 2:46). Él, el hombre perfecto, pudo decir: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Cuando tenía treinta años se levantó y leyó en la sinagoga de su pueblo. Se le dio el libro de Isaías, donde encontró un texto que hablaba de la venida del Mesías, es decir, de él mismo (Lucas 4:16-17). Los jefes religiosos se asombraban: “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” (Juan 7:15). Jesús nos exhorta a tener en cuenta este texto de la Palabra: “Más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley” (Lucas 16:17). También resume, da la fuerza moral y la dimensión de una parte de las Escrituras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Leamos la Biblia con la inteligencia que nos da el Espíritu Santo. Fijémonos también en la humanidad de Jesucristo hombre, quien se refiere a las Escrituras, mientras él mismo es la Palabra hecha carne.

domingo, 22 de junio de 2014

ME SACÓ DEL POZO DE LA DESESPERACIÓN

Señor… miras el trabajo y la vejación… a ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano. Salmo 10:14 Nuestro Señor Jesucristo… se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo. Gálatas 1:3-4 «Huérfano de padre y abandonado por mi madre cuando tenía dos años, fui a parar a un orfanato religioso. La severa educación que recibí, marcada por la falta de amor, sólo logró volverme amargado y rebelde. A los dieciocho años, mayor de edad y libre, al fin pude vivir como me placía y dar rienda suelta a todos los desenfrenos. Pero rápidamente mis amargas experiencias me mostraron la realidad, pues el alcohol, la droga y los desenfrenos me llevaron a lo más bajo de la sociedad. Terminé en la cárcel y luego en la calle, donde viví miserablemente y hastiado de la vida durante veinte años. Un día conocí a León, un creyente que me ofreció un Nuevo Testamento. Lo leía, pero no comprendía nada; sin embargo algunos pasajes que hablaban del amor de Dios se grabaron en mi mente. Entonces traté de buscar a ese Dios en las iglesias y las peregrinaciones, pero no lo encontré. Desanimado, me refugié todavía más en la droga y en el alcohol. No veía otra alternativa que la muerte, así que la buscaba, pues ya no deseaba vivir. Por eso intenté suicidarme. Pero llegó un día que jamás olvidaré. Mientras mendigaba en una calle, dos jóvenes se acercaron a mí y me hablaron de Jesús como Salvador, el único que podría sacarme de la miseria. Este fue el punto de partida de una nueva vida. Todo mi negro pasado estaba ahí, ante mí, pero Dios, mediante su Palabra, me daba a conocer su perdón y su perfecto amor en Jesucristo. Desde ese día sé que me ama y no ha dejado de probármelo».

sábado, 21 de junio de 2014

EL QUE HABITA AL ABRIGO DEL ALTÍSIMO...

El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Salmo 23:1-3 Yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen. Eclesiastés 8:12 Las malas noticias nos llegan cotidiana y casi instantáneamente de todo el planeta. Un seísmo aquí, un conflicto armado allá, toma de rehenes y asesinatos por doquier. Deploramos y tememos la violencia; tal vez pensemos que en eso sólo están implicados los demás, sin embargo ningún país ni región está libre de esos dramas sobre los cuales los medios de comunicación no dejan de informarnos. El creyente tampoco está exento de las pruebas y los sufrimientos. Sin embargo la Biblia le aporta certezas que le dan la paz en medio del dolor. Para un corazón cargado y angustiado, la verdadera esperanza, la verdadera paz, no pueden venir del hombre, ni de una sociedad desorientada, sino únicamente de Dios. Lo primero que Dios da a los que reconocen su estado de perdición ante él y que, mediante la fe, aceptan su perdón, es una conciencia tranquila. Nuestro mundo corrompido por la violencia no puede dar ninguna tranquilidad; en cambio, todo es luz para el que acepta a Cristo como Salvador y Señor de su vida. El creyente conoce a Dios como a su Padre celestial que dirige todo para el bien de sus hijos: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Sí, todo, ¡incluso las situaciones más difíciles! “No tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en el Señor” (Salmo 112:7).

lunes, 16 de junio de 2014

NUNCA RESPONDAS AL NECIO DE ACUERDO CON SU NECEDAD, PARA QUE NO SEAS TÚ TAMBIÉN COMO EL. (Proverbios 26:4)

Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Conocía la reputación del samurai y fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos-ofendiendo inclusos a sus ancestros-. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: Cómo pudiste maestro, soportar tanta indignidad? Por qué no usaste tu espada aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros? El anciano maestro samurai respondió: Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y Uds. no lo aceptan, a quién pertenece el obsequio? A quién intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos. Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos-dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quién los llevaba consigo. Eclesiastés 10:12 Las palabras de la boca del sabio son gracia; mas los labios del necio causan su propia ruina. Proverbios 10:19 En las muchas palabras no falta pecado: Mas el que refrena sus labios es prudente. Proverbios 12:6 Las palabras de los impíos son para acechar la sangre: Mas la boca de los rectos los librará Proverbios 22:17 Inclina tu oído, y oye las palabras de los sabios, Y pon tu corazón a mi sabiduría: Proverbios 24:26 Besados serán los labios Del que responde palabras rectas.

viernes, 13 de junio de 2014

INFLUENCIA CONTRADICTORIA

La serpiente… dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Génesis 3:1 La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:23 “¿Conque Dios os ha dicho…?” (Lea Génesis 3) La Biblia no nos dice por qué existe el mal, pero nos explica cómo entró en el mundo. Todo empezó, como podemos leerlo, por una simple pregunta: “¿Conque Dios os ha dicho…?”. Aparentemente es una pregunta insignificante, pero como insinúa la duda respecto a Dios, ¡resultó ser mortal! En la raíz del pecado siempre hay una duda con respecto a Dios, a su Palabra, a sus intenciones, a su bondad. Cuando la duda alcanza el corazón, uno se vuelve frágil y cree en la mentira. “No moriréis (afirmó el tentador a Eva); sino que… seréis como Dios”. ¡Seréis como Dios! ¡Cuántos males en nuestra sociedad provienen del hecho de desear ser como Dios! Es una tentación orgullosa no querer depender más de Dios, creer en la libertad de una vida sin Dios, creerse capaz de distinguir entre el bien y el mal sin Dios, ser el dueño de su vida. Al comer del árbol prohibido, Adán transgredió la alianza de su Dios (Oseas 6:7). La relación con él se estropeó, y el hombre se volvió esclavo del mal y de Satanás. Dios es justicia, santidad, luz, pero también es sabiduría y amor. Sin Él, el pecado ensucia nuestra vida. No demos la espalda a su luz, lo cual también sería despreciar su amor. Él llama a todos los hombres y les ofrece la salvación, la reconciliación en Jesucristo, y una vida nueva y feliz en su luz.

martes, 10 de junio de 2014

DIOS LE HA HECHO A JESÚS SEÑOR Y CRISTO

Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Isaías 45:22 (Tomas dijo al Señor ¡Señor mío, y Dios mío! Juan 20:28 EL SEÑOR DE MI VIDA «Pasé los primeros años de mi vida en el País Vasco francés. Rodeado de esa magnífica creación, nunca dudé de que sólo un gran Dios pudo llevar a cabo semejante obra. Cuando regresé del servicio militar, a los 20 años, empecé a interesarme seriamente en las religiones: cristianismo, budismo, pero también en el esoterismo, el espiritismo y el yoga. Tenía mucha curiosidad por hallar respuestas a preguntas existenciales como el sufrimiento, la enfermedad, la muerte, el sentido de la vida. No conocía mucho la Biblia, a pesar de haber recibido una enseñanza religiosa durante seis años. La religión sólo me había confirmado la existencia de Dios. En un encuentro bíblico aprendí que Dios nos habla a través de la Biblia. Quedé convencido de la inspiración y autoridad de la Palabra de Dios. Entonces me volví «religioso», pero aún no conocía la salvación personal mediante el arrepentimiento y la fe en el Salvador Jesucristo. Después de haber asistido a una conferencia sobre la Biblia, comprendí que Dios me hablaba claramente sobre mi vida miserable y sin esperanza. Durante varios días tuve que hacer frente a una lucha interior, pues sabía que tenía que arrepentirme y abandonar un sin número de viejas costumbres. ¡Cristo fue el vencedor! Desde entonces estoy convencido de que él murió por mis pecados y resucitó. ¡Sé que tengo la vida eterna! Y desde hace 38 años me ayuda a servirle. ¡Él es el maravilloso Señor de mi vida!».

domingo, 8 de junio de 2014

LA IGLESIA DEL SEÑOR

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:20-22 El día de Pentecostés el Espíritu Santo vino a la Iglesia; de esta manera, ella llegó a ser “morada de Dios en el Espíritu”. El Espíritu Santo igualmente hace su morada en cada creyente (2 Timoteo 1:14 y 1 Corintios 6:19). Estas dos moradas, aunque muy unidas, deben distinguirse bien. Las bendiciones que resultan de la morada del Espíritu en el creyente son muy preciosas. No obstante, las que se relacionan con su morada en la Iglesia conducen a un terreno más elevado: el del cuerpo de Cristo, el de la unión de los creyentes con Cristo y entre ellos. El Espíritu es un poder de unidad: “Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados… y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13; ver también 2 Corintios 1:21-22). El Espíritu permite el armonioso funcionamiento del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:11). En particular, él promueve una dulce comunión entre los santos (Filipenses 2:1) y crea en ellos un poderoso amor que es la base de todo servicio (2 Timoteo 1:7). Después de haber expuesto los hermosos resultados de este amor manifestado por la liberalidad entre los creyentes, el apóstol Pablo exclama: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:14-15). Por cierto, ese don inefable es el Señor Jesús, pero también lo es el don del Espíritu para cada creyente y para la Iglesia, una “superabundante gracia de Dios”, de la que somos beneficiarios.

viernes, 6 de junio de 2014

EN ESTE MUNDO HAY MUCHAS O MUCHOS GUÍAS PERO TIENEN QUE ESTAR ALINEADOS CON EL GRAN GUÍA QUE ES JESUCRISTO POR MEDIO DEL ESPÍRITU SANTO PARA QUE RESULTEN BUENOS.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6 Señor… en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma… Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Salmo 143:7-8, 10 Un guía para la vida Un artista describió su exposición con estas palabras: «Animar al caminante, al peregrino o al simple visitante a ponerse en camino para encontrar la estrella, la chispa que lo guiará en este largo itinerario de la vida… Tal es el hilo conductor de este recorrido fotográfico». Ese texto también nos interpela a nosotros: ¿Cuál es la dirección de nuestra vida? ¿Hemos encontrado un camino seguro, un guía fiel, un objetivo que valga la pena ser seguido? En una sociedad en la que los puntos de referencia son cada vez más confusos, corremos el riesgo de descarriarnos “como ovejas”, de que cada cual se aparte por su camino (Isaías 53:6). Pero el Dios de amor no quiere que nos desviemos. La Biblia es la guía de todos los que han depositado su confianza en Dios: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). Ella nos revela a Jesucristo, el Hijo de Dios que vino del cielo para salvar a los hombres. Para los que creen, él es el Buen pastor que dio su vida por ellos. Ahora les dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna” (Juan 10:27-28). Pronto los reunirá en el cielo según su promesa: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). No busquemos guías humanos, sino dejémonos guiar por la infalible mano de Jesucristo.